En
el último mes he escuchado varias conferencias —las mejores que he encontrado,
las más prestigiosas— en las que algún occidental
trata de defender lo indefendible: que Rusia no es tan culpable de la invasión
de Ucrania.
Sus
argumentos me recuerdan a los del viejo esposo celoso que pega a su mujer y le
añade: ¡Es que vas provocando!
He
escuchado con una paciencia infinita las mismas razones de siempre, las mismas
pseudorazones que no van a ningún lado. El ultimo al que he escuchado, un
diplomático, trataba de convencer al auditorio de que también Georgia era la
culpable de la invasión que sufrió. Tiene toda la lógica del mundo, el diminuto
país que provoca y provoca al país de un ejército inmenso hasta que el pobre
sátrapa no tiene más remedio que invadir.
No
tiene ningún sentido ir analizando esas falacias que ellos llaman “razones”.
¿Al final quién invade a quién? ¿Quién repitió mil veces que no tenía la menor
intención de invadir Ucrania? ¿Quién ha cometido crímenes de guerra? ¿Quién ha
amenazado con la venganza nuclear si alguien ayuda a la pobre mujer violada?
Es que los medios de comunicación occidentales solo dan una versión unilateral. Es verdad, quizá deberíamos incluir la versión oficial del país que mata a sus periodistas.
Ciertamente,
en este caso, el lado del bien y del mal están perfectamente definidos. No sé
cómo se prestan a hacer el ridículo algunos individuos. El asunto es tan “oscuro”,
tan “dudoso”, que por eso un país tan malvado y cruel como Suecia
ha llamado a las puertas del resto de países libres pidiendo ayuda si lo impensable sucede. Cuando un país tan antidemocrático y fascista como Suecia se
enfrenta a un hombre tan bueno como Putin, el lado de la Justicia está claro.
Me
niego a analizar las razones que he escuchado de los defensores de ese criminal
de guerra que es el sátrapa de Moscú. Por supuesto que podría rebatir todas
ellas, una por una. Pero no tiene sentido perder el tiempo. ¿En serio que
alguien piensa que Polonia atacó al III Reich el 1 de septiembre de 1939?
Analizar
lo que sucedió en la frontera germano-polaca ese día no tiene otro interés que
realizar un análisis criminal, un análisis acerca del desarrollo de una
mentira.
Al
escribir estas líneas, he visto una foto de las orgullosas fuerzas de la
infantería alemana desfilando con soberbia en la Polonia conquistada. Qué
altanería en los ojos. Qué lejos estaban de saber que la mitad de todos ellos
acabarían enterrados en esa misma tierra sobre la que marcaban el paso. Dos de
cada tres soldados alemanes, al final de la guerra, acabarían muertos por un
hombre que no dejó de despreciarlos e insultarlos hasta que él mismo se pegó un
tiro. Finalmente, calló esa misma boca de la que salieron tantas arrogancias:
Apocalipsis 13: Y le
fue dada una boca que profería grandezas y blasfemias, y se le dio poder de
actuar durante 42 meses; y ella abrió su boca para blasfemar contra Dios: para
blasfemar de su nombre y de su morada y de los que moran en el cielo. Se le
concedió hacer la guerra a los santos y vencerlos; se le concedió poderío sobre
toda raza, pueblo, lengua y nación.
Y
después de tanto engreimiento ¿qué? Al final, lo de siempre. El mismo final que
repiten los libros de historia. El ángel en el siguiente capítulo del
Apocalipsis:
Decía con fuerte voz: Temed
a Dios y dadle gloria, porque ha llegado la hora de su Juicio.
Y
así donde ese anticristo tenía su sede, el Berlín que fue escenario predilecto
de su adoración, todos vimos cómo quedó al final de la guerra: un paisaje de
pesadilla.
Y un segundo ángel le
siguió diciendo: Cayó, cayó la Gran Babilonia, la que dio a beber a todas
las naciones el vino del furor.
Esta
vez ese tirano llamado Putin no ha envenenado a todo su pueblo, así que
el castigo de Dios recaerá esencialmente sobre él. Vladimir aparece en las
noticias todos los días. Un buen día miraremos y ya no estará.
Salmo 37: Un poco más y
no hay impío. Buscas su lugar y ya no está.
Eso
le dijo un buen cristiano a otro viendo desde la ventana a Musolini glorificado
en la plaza principal de Milán. Sí, desapareció, pero no antes de que Dios
permitiera que el glorificado como un “dios” fuera colgado boca abajo como un
jamón en una gasolinera. El Altísimo podía no haberlo permitido, pero calló y
no quiso evitarlo. El castigo del Dios del Antiguo y del Nuevo Testamento, en
su caso, incluyó la humillación: en una plaza como a los criminales, a plena
luz del día.
El
final de Putin será discreto, morirá en la oscuridad. Una mañana una seria y
compungida locutora del canal Rusia 1 (Россия 1) anunciará la inesperada
noticia de que el presidente de la Federación de Rusia ha fallecido esta
noche.