Hoy he estado leyendo. He
comenzado a leer y he abandonado El Apokalypsis de San Juan de Castallani.
Mera obra de aproximación por parte de alguien que no es especialista. Por eso
quizá tiene tantos seguidores. Las obras, cuanto más sencillas, más lectores.
He acabado de leer las
consideraciones generales de Alejandro Diez Macho en su tetralogía Los
libros apócrifos. Qué diferencia con el libro de Castellani. Cómo se nota
cuando uno lee una obra de un autor que se ha dedicado toda su vida a algo.
No estoy diciendo que un teólogo
no pueda escribir sobre algo que no es su especialidad. Solo afirmo que al leer
se nota una diferencia más que notable. Por otra parte, si un gran teólogo — por
ejemplo, Ratzinger— escribe sobre cualquier tema que no sea de su especialidad,
se nota que es un pensamiento muy profundo. Y puede ofrecer destellos
teológicos que no se le han ocurrido al especialista.
Es decir, el gran teólogo
puede aventurarse en otros campos porque su incursión puede ser tan profunda
como lo sea su pensamiento. Pero el que no llega a teólogo (no diré nombres) ni
es especialista, solo nos podrá ofrecer sus pensamientos de lector que escribe.
Las editoriales, actualmente, tienen predilección por este tipo de autores de
masas.
También he leído (con
lectura diagonal) la mitad del libro El espejo de Herodoto. Francois
Hartog es especialista en los escitas, el pueblo bárbaro de las llanuras
esteparias boreales. De nuevo, una obra que es el resultado de una vida de trabajo.
Interesante lo que dice sobre los juramentos de sangre en estas tribus, sobre
las ordalías. Una época en la que no tenían otros médicos que los adivinos, ni
otra medicina que la adivinación. (Nota: Aquellos que pasen por una
colonoscopia, encontrarán esa época arcaica mucho más compasiva.)
Interesantísima esta línea de su libro: Descubrir la causa del mal es al
mismo tiempo pronunciar la sentencia de un culpable; por lo tanto, el diagnóstico
es una forma de juicio (pg. 137). No puedo dejar de leer el libro de Hartog
desde una perspectiva veterotestamentaria.
La estepa es como el mar,
escribirá Hartog hablando de los malos adivinos cuyas cenizas eran esparcidas
en esas planicies sin fin. Acabo con un texto de Marco Polo que cita el autor. Un texto donde se ve la diferencia entre el mundo antes de Cristo y el mundo cristianizado:
"Cuando mueren los grandes
señores de los tártaros, aunque se hallen a cien jornadas de esta montaña,
convienen en que les lleven allí. Y es gran maravilla que cuando el cuerpo de
estos señores es llevado a esta montaña -aunque esté a cuarenta días de
distancia-, todos los hombres que encuentra el cortejo
fúnebre a su paso son pasados por las armas y atravesados por una espada por
los que conducen el cadáver, que les dicen: «Id a servir a vuestro señor al
otro mundo»".
Sí, el mundo ha cambiado
con el cristianismo, aunque los fascismos y los marxismos intentaran hacerlo
volver a cambiar. Y, aunque ahora, otro nueva mentalidad postcristiana quiera volver a hacerlo cambiar.