La feliz historia de ayer tuvo una continuación un poco triste. Dejamos ayer al pobre José Antonio pudiendo disfrutar de todos los charcos del mundo. Pues bien, todos los charcos del mundo se redujeron a uno. Así es la vanidad de este mundo.
Resulta que mi prima, un año más pequeña que yo, quiso emularme. También ella
sentía la atracción a las profundidades del charco. Entonces, mi madre, en el
segundo charco que nos topamos en el camino, me agarró de la mano y me prohibió
entrar en ese paraíso.
—¿Pero por qué?
—Porque si no X también quiere entrar.
Creo que una situación así no requiere ningún comentario más.
https://www.youtube.com/watch?v=BcKZlu-odG4