Estos días estoy viendo El crepúsculo de los dioses (Sunset
Boulevard). Estrenada el mismo año que Eva al desnudo y Rashomón
de Akira Kurosawa. Sunset Boulevard... en fin, no hay palabras para
expresar la grandeza de esta película. La había visto cuando era joven y
simplemente me entretuvo, nada más; no me llamó la atención. Cuando la he
vuelto a ver, ya maduro, me he quedado con la boca abierta. La película te
atrapa, te fascina. La interpretación del mayordomo, rebosante de matices.
Esta es la típica película que hay que ver a la mitad de la vida. Es una
tragedia, un poema. El personaje principal llena la película, la casa es otro
personaje. La historia avanza grandiosa. Que el hecho de que Cecil B. de Mille
o Buster Keaton aceptaran participar en una película así me parece increíble, ¡en
una historia que los dejaba tan mal! Pensaba que la única razón para aparecer
en la cinta era que ellos mismos, cinéfilos, comprendieran que el guion era una
obra maestra. Después he leído, no sé si será verdad, que De Mille no tenía ni
idea del resultado final y que, cuando la vio, se enfadó muchísimo y
públicamente.
También he leído que, en los estudios, cuando hicieron el primer visionado, causó un gran revuelo la película. Yo prefiero imaginar que los jefes que amaban el cine, debieron decirles a los empleados: “Chicos, se acabaron los tiros y las persecuciones policiales. Ahora vamos a ver cine de verdad”. Cine de verdad, lo otro son (y siguen siendo) historietas para los niños. Pero Sunset B. sigue brillando con la misma luz oscura y triste de la primera noche que vio su luz sobre una pantalla de cine. Por la película no pasa el tiempo, se ve con el mismo placer que cuando se estrenó. Cine en estado puro.