A raíz del pos
t de ayer,
he leído dos muy buenos comentarios acerca de estas extrañísimas figuras de la
mitología romana, las larvas y los lémures. Muchas gracias. También recibí un
email de un buen amigo, gran teólogo, que añadió unas consideraciones tan
profundas que no puedo menos de compartirlas con vosotros:
Otra cosa que vale la
pena recordar es que, ontologicamente, la "memoria" de un alma es lo
que determina su estado después de la muerte; Apuleyo dice en la misma obra,
por ejemplo, que una larva es un espíritu que "le pesa" la memoria.
El hilomorfismo también está aquí, ya que los actos buenos y malos, y que
forman parte de la memoria, llegan a transformar al sujeto. Plotino lo dijo muy
bien: "el alma se convierte en lo que recuerda".
Sé que muchos le pondréis
muchos peros a su email. Pero no os preocupéis, él sabe (y mejor que nadie) el
papel de todas las potencias del alma. No se puede pedir que cada línea lo tenga
que decir todo.
Fíjaos en lo que afirma: el
peso de la memoria. Interesantísimo. La persona que se vuelve memoria. La psicología
que se transforma en memoria. Un peso que, más allá de cierta masa crítica, no
lo puedes soltar, porque el recuerdo se ha ramificado en tu psicología.
Interesantísimo.
Eso me lleva también al
hecho de que si has hecho submarinismo, has escalado montañas, te has tirado en
paracaídas, y has hecho eso y mil cosas más, durante treinta o cuarenta años,
ahora ha quedado reducido a rastros en la memoria.
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He acabado las tediosas
memorias del almirante Dönitz. He retomado La colmena. Mientras almorcé,
viajé, otra vez, al precioso templo Angkor (en Camboya), gracias a un
documental. Ese fascinante templo lo tengo recorrido en no sé cuántos
documentales.
Mientras cenaba, retomé
el tercer capítulo de un documental de la BCC sobre la historia de Persia.
Acabo con este vídeo tan
gracioso. ¡Es un lemur!: