(Parece mentira que una obra como la de la foto sea un grafiti. Qué belleza. Una obra formidable.) Estaba hoy leyendo la Didajé. El primer texto
cristiano del que se tiene noticia. Texto que es de la segunda mitad del siglo
I. Entresaco estas líneas de mi lectura. En rojo el escrito original.
Hijo mío, de aquel que te explica la Palabra
de Dios te acordarás de día y de noche, y lo honrarás como al Señor. Porque
donde se anuncia la majestad del Señor, allí está el Señor.
Para alguien que predica (es decir, para un sacerdote)
este consejo resulta extremadamente alentador. La predicación de la Palabra de
Dios, sea cual sea la parte de la que se hable, en el fondo, es un modo de
anunciar la majestad del Señor.
Buscarás cada día los rostros de los santos,
para hallar descanso en sus palabras.
Aunque puede entenderse como la búsqueda de la
intercesión de los santos del cielo, también se puede entender como el consejo
de buscar la compañía de cristianos. Volviendo al sacerdocio, nuestras
predicaciones deben ser un “lugar” donde las almas encuentren descanso. La homilía
no es un lugar para reñir a los que vienen a misa.
No provocarás facciones, sino que pondrás
paz entre los que pelean.
Ay, cuánto deberían releer estas palabras los autores
de ciertos blogs católicos y ciertas webs. Crear división entre pastores y fieles,
así creen estar construyendo la Iglesia. Esos intoxicados siempre acaban añadiendo
que “hay buenos pastores”. Como si eso lo arreglara todo.
Si puedes llevar todo el yugo del Señor,
serás perfecto. Pero si no lo puedes llevar todo, haz lo que puedas.
Si esto lo dice el papa Francisco en una alocución, tantos
gritarían: “¡Relativista, relativista!”.
Es curioso, la Didajé aconseja que los
cristianos recen el padrenuestro tres veces al día. Y añade unas fórmulas fijas
que se recitaban en la misa. Mañana las pondré aquí.