domingo, junio 27, 2021

Capellán, monjas, hospital

 

Cuando hay una religiosa ingresada en mi hospital, siempre le cuento un chiste de monjas. Son chistes inocentes que podrían ser contados en la recreación ante el resto de la comunidad por la más candorosa de las novicias. Por ejemplo:

Había un priora muy anciana y ya muy grave, sin solución, a la que ya no era posible darle comida. El tazón de leche, su único alimento, ya lo tomaba con dificultad. La hermana enfermera probó a echarle un chorrito de anís al tazón de leche sin decirle nada a la enferma. Conforme la enfermedad avanzó y le costaba más acabar su tazón, para hacerle más fácil el pasarlo, le echó un poco más de anís, y después también ron. Finalmente, incluso whisky, aumentando el chorrito.

En su último día de vida, la priora dio sus últimos consejos a la comunidad reunida alrededor de su cama. Jadeante, con gran esfuerzo, la priora acabó recomendando: “Y el último consejo que os doy es que, pase lo que pase, no vendáis nunca a Rufita, la nueva vaca”.