Hoy ha venido mi madre y su marido a visitarme. No nos veíamos desde hacía
año y medio. Por supuesto que ha hecho una revisión completa y exhaustiva de toda
la casa. Lo primero que ha comprobado es que no padezco el Síndrome de Diógenes.
La casa estaba bien, correcta, bien aireada.
Me ha dejado comida para varios días: repartida en bolsitas para el
congelador. Ha traído cosas para las polillas, cosas malas para ellas. Mi
progenitora ha hecho comentarios, previsibles, acerca de que no había
adelgazado.
Ahora se marchan a dar una vuelta por Alcalá y aprovecho para escribir el
post. Ellos hubieran querido almorzar a las 11:00, pero aceptaron el hecho de
que a esa hora no había ningún lugar abierto. Comemos en restaurante porque es
el cumpleaños de mi madre y no quería ponerse a cocinar nada más llegar.
Os diría la edad de mi madre, pero jamás me lo perdonaría. Ya os dije que
siempre se negó a que pusiera una foto suya en este blog. La edad de mi madre,
para daros pistas, es menos que la de la Reina de Inglaterra, no sé si eso os
da una pista, pero más no puedo decir.
Varias veces le he dicho al marido de mi madre que me recuerda al Duque de
Edimburgo. Se sonríe con esta típica sonrisa del que sospecha que en la broma
puede haber sentidos ocultos.
Para los desconocedores, mi madre se quedó viuda cuando yo tenía quince
años. De hecho, coincidió el momento en que ella se quedó viuda con el que yo
me quedé huérfano. Diez años después se casó con otro viudo y han sido un
matrimonio perfecto. Aunque a mí ya me cogió muy viejo para llamarle papá.
Un saludo cariñoso a todas las lectoras viudas de este blog casadas en segundas
nupcias y que hoy cumplan años.