lunes, marzo 14, 2022

Vladimir P. con su consejo de ministros

 

Ya lo he dicho anteriormente, pero lo repito: “Muy bien, muy bien. La diplomacia europea y estadounidense ha actuado de un modo óptimo ante Rusia desde hace meses”. Las cosas no podían haberse hecho con mayor mesura y prudencia. Firmes, pero siempre dejando una salida honrosa a Putin.

También me siento muy orgulloso de los jefes de Estado europeos. Se esperaba de ellos unidad y no solo palabras, también obras. Y no nos han defraudado.

Miles de rusos han sido detenidos por manifestarse. Cuando la dictadura pase, ese antecedente en su ficha policial será un orgullo. Los antecedentes son algo para ocultar, algo que avergüenza. Este será algo que decir a los nietos con satisfacción.

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Vivo en una ciudad en la que casi una de cada cien personas es ucraniana, para ser exactos el 0,75%. Hoy mismo en el hospital he estado hablando con una señora recién llegada de Ucrania. Le he hablado a través de su hija.

En esta ciudad el 7% de la población son rumanos. Vivo en una ciudad cosmopolita —121 nacionalidades— y eso me gusta mucho, siempre es un enriquecimiento humano y cultural.

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Sigo siendo de la opinión de que la guerra quedará contenida en Rusia sin que se extienda; que China, muy preocupada, le ha repetido a Putin que este conflicto está provocando daños muy graves al comercio mundial; y que a Putin, como máximo, le queda medio año de vida, sin que eso signifique que cualquier cosa le pueda suceder antes. No tengo la menor duda de que el magnicidio será obra de los generales del Estado Mayor.

En esta guerra resulta muy fácil entender que los rusos son víctimas. Incluso a los ucranianos les va a resultar fácil perdonar.

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Perdón, reconstrucción, rehacer un país entero. Una magna tarea por delante. Incluso durante esta guerra ya podemos pensar en el futuro. Hay que ver cómo se organiza el mundo entero en la etapa postputin. Ha quedado claro que cualquier guerra afecta a todo el sistema económico mundial. Hay que pensar, en serio, cómo reestructurar todo. Si los chinos no colaboran, el resto de naciones deben ponerse manos a la obra. Rusia, en la etapa postputin, estará más que gustosa en integrarse en paz con el resto de Europa.

Ahora, a toda cosa, la prioridad es evitar que el Loco Kremlinnita apriete algún botón. Después las cosas fermentarán por su propia dinámica. Ahora lo esencial es que el loco no haga alguna locura.

No lo digo por egoísmo, no. Lo digo buscando el bien común. No es que piense que vaya a haber una guerra nuclear total. Pero poniéndome en la peor situación, que de ningún modo pienso que vaya a suceder, si Putin enviase un misil atómico que destruyese todo el sector financiero de París o, incluso, todo su centro, eso abocaría al planeta a una pobreza grave durante diez o quince años. Y pobreza implica menos ejército, y la debilidad de Occidente implicaría muchas más guerras en África y Asia. A toda costa hay que evitar que Putin se ponga en modo El Resplandor.

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Imaginaos que su hija entra en la alcoba secreta de Putin y descubre que su libro de memorias consiste en 8 000 páginas en la que ha escrito a mano y a máquina: Al que madruga, Dios le ayuda.