¿Qué fue lo peor de la consagración a
Rusia que se hizo el viernes? Indudablemente la capa pluvial. En eso están de
acuerdo católicos y budistas, ateos y adventistas: la capa, en su género, tenía
algo de insuperable. Es como un hito. Si no la hubiera visto, habría creído que
la mente humana no era capaz de diseñar una capa pluvial tan... manifiestamente
mejorable, como le gusta decir a un amigo mío catalán.
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Ayer hablé por teléfono con un muy
buen amigo sacerdote. Nos reímos un buen rato, a carcajadas, porque nos imaginábamos
la escena del papa llegando a la sacristía, y al querer ponerse esa capa, le
sale el sacristán mayor, gordito, con mofletes encendidos y que con acento de
sorna andaluza le dice con energía:
Sacristán: Santidad,
usted no puede ponerse eso.
Papa: Sí, sí,
quiero algo sencillo.
Sacristán: No, no, no,
no.
Papa: Va, venga.
Sacristán: Que no, que no.
Papa: Pues yo
digo que sí y ya está.
Sacristán: Pues yo
digo que no.
Papa: Oye, el
papa soy yo.
Sacristán: Usted será
el papa, pero el sacristán mayor de la sacristía papal soy yo. Y usted no sale
con eso.
Papa: Mira, no me
hagas perder el tiempo. Soy el papa y me pongo esta capa y punto.
Sacristán: Pues ya le digo que de aquí no sale
con eso, como que me llamo Federico.
Papa: Mira,
majete, ya me estás empezando a cansar.
Sacristán: Pues póngase
como usted quiera que con todo respeto ya le digo que “no” es “que no”. Beso su
mano y su pie, pero ahora mismo me llevo esto de aquí.
Papa: Pero
suéltala. Que la sueltes.
Sacristán: Yo no la
suelto.
Papa: Pero que se
va a romper.
Sacristán: Pues que se
rompa.
Papa: Oye, escucha... ¿Aquí quién manda?
Sacristán: Pues usted.
Papa:¿Sin
ninguna duda?
Sacristán: Sin ninguna
duda.
Papa: Pues no
hay más que hablar. Suéltala. ¡La capa!
Sacristán: Que no la
suelto.
Papa: Que me la des.
Sacristán: Ay, pero que don Erre que erre.
Papa: Que soy tu
jefe; a ver si así me entiendes así, don Terco. La ca-pa.
Sacristán: Que no le
escucho. No le es-cu-cho. De aquí sale de aquí hecho un pincel y punto.