Reconozco que cometí un error de
juicio al creer que Ucrania caería en manos rusas en dos días. Estaba completamente
convencido de que el ejército invasor arrasaría cualquier oposición sin ningún
esfuerzo. Fue un gran error por mi parte que llevó a pedir que aceptáramos el
hecho consumado y que nos limitáramos a imponer sanciones comerciales, buscando,
ante todo, que no se produjera una escalada militar. En ese momento, cuando
escribí el primer post (repito, un error mío), consideré que lo mejor era confinar el
incendio bélico al perímetro del bosque (Ucrania) que daba por seguro que
habría ardido en dos días.
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Sin embargo, ante la sorpresa de
todos, los defensores ucranianos han logrado lo impensable. Tan enfadado está
el dictador que ha ordenado varios ataques a objetivos civiles. Sé que parecerá
una minucia al lado de la muerte, pero dejar sin televisión a casi tres millones
de personas encerradas en sus casas es una crueldad. Cuando más tristes están,
cuando más necesitan pensar en otra cosa, fríamente ha decidido atacar la torre
de comunicaciones para quitarles la televisión.
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No hay la menor duda de que bastan
tres o cuatro generales del Estado Mayor para que en la televisión rusa salga
una cariacontecida locutora que anuncie con tono fúnebre: “Esta noche, a las
3:28 de la madrugada, Vladímir Vladimirovich Putin, presidente de la Federación
Rusa, ha fallecido a causa de un síndrome coronario agudo causado por la
obstrucción de la arteria circunfleja izquierda dominante con resultado de
muerte inmediata”. Dirían eso, aunque tuvieran que hacer un prodigio de
maquillaje para ocultar el disparo en la frente.
No hay ninguna duda de que el
descontento está, ahora mismo, fermentando entre los oligarcas: quieren hacer
dinero y no meterse en problemas. Esa fermentación, seguro, que produce
movimientos sísmicos de baja intensidad en el Estado Mayor. Basta ver cómo
humillo al ministro de Inteligencia, hace pocos días, para darse cuenta de que
Vladimirovich es de todo, menos querido por sus ministros y generales.
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Los oligarcas y generales le dirán lo de la canción de Schreck: Duloc is a perfect place, but we have some rules.