Que retrato tan artístico. Los tonos, la composición, la serenidad de la mirada, la frescura de la infancia.
Hoy he compartido
almuerzo con tres agradabilísimas personas. El adjetivo agradable no es un
calificativo universal. Después nos hemos ido a ver El Prado. Qué bonito es
pasear rodeados de tanta belleza. No solo cuadros, también sus mármoles lechosos,
también la vajilla del Delfín de Francia, también retablos románicos. Si la
entrada fuera gratuita, iría allí a darme una vuelta cada semana. Sí, aunque fuera
para transitar por sus pasillos, solo fijándome de tanto en tanto en alguna
obra concreta.
En la calle me he
encontrado con un sacerdote venezolano que me ha reconocido y he andado un rato
con él. También le he grabado dos vídeos para saludar a gente de su tierra. Le
he ido a enseñar el Panteón de Hombres Ilustres, pero estaba cerrado. La
entrada es gratuita.
Ahora tengo una barbacoa
en casa de un agregado del Opus Dei que se muda al norte de España, ya
jubilado. Un profesor que solía venir a la misa del hospital antes de la
pandemia.
Mi obra favorita de El Prado es El Jardín de las Delicias de El Bosco.