domingo, abril 15, 2018

Ceremonia de toma de posesión de los obispos: sugerencia de reforma



La Iglesia posee un patrimonio no solo litúrgico, sino también de protocolos y ceremonias que resulta verdaderamente fascinante. Por eso me ha llamado la atención siempre que la toma de posesión de su sede por parte de un obispo-electo se limitase a poco más que a una misa en la que se lee la bula de nombramiento y en la que se sienta en la cátedra. Por eso quiero sugerir a las autoridades pertinentes el siguiente esquema para un momento eclesial tan importante.
La primera cuestión por la que hay que optar es si esa toma de posesión tiene lugar en una eucaristía o fuera de ella. Hay importantes y buenas razones para ambas opciones. Yo me decantaría porque un ceremonial más extenso tuviera lugar fuera de la misa. Por tres razones:

1.     Para darle mayor entidad en sí misma a esta ceremonia. Si la separamos de la misa, sustantivizamos esta ceremonia de toma de posesión. Si la unimos, la eclipsamos.

2.     Si esta ceremonia experimenta un desarrollo, unida a la misa hará mucho más larga la celebración.

3.     Para que cuando se celebre la eucaristía todo esté más centrado en la adoración a Dios.
No digo que una ceremonia de toma de posesión no sea un modo indirecto de adorar a Dios: lo es, sin ninguna duda. Ahora bien, la separación de ambos rituales dejará más claro la centralidad de la adoración a Dios en la misa. Solo afirmo eso: que es un modo de dejarlo más patente. Pero quede claro que esta ceremonia, aunque insista y remarque el aspecto eclesial, supone una forma de adoración al Señor. Porque oramos y alabamos a Dios en la realización de ese hecho de carácter eclesiástico.

Los pasos de la ceremonia serían los siguientes:
Procesión litúrgica: Desde una iglesia, partirá la procesión litúrgica de los obispos y el clero. Esa iglesia ejercerá la función de una gran sacristía.
Si hubiera muchísimos participantes, el clero de la diócesis esperará en su propia catedral. Y el clero venido de fuera participará en la procesión.
La procesión será presidida por el arzobispo de la provincia eclesiástica. No voy a desgranar las razones por las que considero que no conviene que sea el nuncio el que presida la celebración, ni tampoco por qué es mejor que no sea un cardenal si no pertenece a esa provincia eclesiástica. El orden de la procesión será el siguiente:
La cruz procesional con ciriales.
Unos pocos acólitos.
Diáconos.
        Primero los revestidos con alba y estola.
            Después los revestidos con dalmáticas.
Presbíteros
Primero los sacerdotes con sotana, roquete y estola
Después los sacerdotes con alba y estola. La mitad pueden ir vestidos de un modo y la otra mitad del otro. La razón no es otra que el que la variedad de vestiduras hace más bella la ceremonia.
Los religiosos con sus hábitos pueden ir situados entre ambos grupos, por una cuestión meramente estética. Si hubiere monseñores, irán revestidos con hábito coral violáceo tras los sacerdotes con alba.
Obispos
La mitad de los obispos pueden ir revestidos de modo coral
La otra mitad con capa pluvial y mitra. Las mitras deben ser mitras simples. Pero las capas serán traídas por cada prelado, para que así cada uno traiga la más bella; lo cuál hará más impresionante la procesión.
Final de la procesión
Primero, los cardenales, si los hubiere, irán revestidos con hábito coral. Y mejor con cogulla roja y galero con borlas.
Después los obispos sufragáneos de la provincia, revestidos con capa pluvial y mitra. Convendrá que los sufragáneos lleven el mismo tipo de capa por simple que sea ésta.
La presidencia recaerá en el arzobispo de la provincia, que portará el báculo.
La presidencia absoluta de la ceremonia, mientras no tome posesión de su cátedra el obispo-electo, recaerá en el arzobispo. Si el obispo-electo va a ser el arzobispo, la presidencia recaerá en el arzobispo emérito. Así se reforzará la idea de continuidad: lo que recibí en su día ahora te lo entrego. Si no fuera posible que él presidiera, recaerá este puesto en el eclesiástico de más dignidad de todos los presentes; a igual dignidad el de más edad si está en condiciones físicas adecuadas para presidir la ceremonia.
        El cabildo no irá en la procesión, sino que esperará en la catedral, junto con el clero. La procesión entrará en la catedral.

Espera del clero
El clero ocupará sus lugares. Sólo el arzobispo y los obispos sufragáneos besarán el altar al subir al presbiterio. Se colocarán unos asientos delante del altar que el arzobispo y los obispos sufragáneos. El arzobispo presidirá en el centro.
El resto de obispos con mitra se sentarán en torno al altar. Los demás revestidos de modo coral serán situados en sus lugares, dejando despejado el presbiterio.
Todos se dirigirán a sus sitios y se sentarán, en medio de los cantos, pero no se hará oración alguna. La espera no debería ir más allá de diez minutos o cuarto de hora. Se puede esperar en silencio, o un lector puede leer un libro de la Biblia mientras tanto. En la escucha de la Palabra de Dios se espera al pastor elegido para esa diócesis.

Traslado del obispo-electo
        El obispo-electo saldrá del palacio episcopal, donde presumiblemente habrá dormido esa noche. Irá revestido de modo coral (color violáceo), como el resto de clérigos que le acompañen. Él elegirá a los que le acompañen, obispos y sacerdotes o diáconos. En total, una veintena de personas. Podrían ir familiares o amigos. Pero fácilmente se sentirán tensos de ser centro de atención y se sentirán más cómodos esperando ya en sus sitios en la catedral. Al grupo, le precederá una cruz procesional seguida de unos siete acólitos con alba. El grupo de clérigos no irá en dos filas, sino en grupo. En realidad, no hay dos procesiones. Solo una. Ésta será un mero traslado.
        Si va a haber dos cardenales en esta ceremonia, no esperarán en el templo la llegada del obispo-electo, sino que lo flanquearán en este trayecto, revestidos con cogulla roja y galero. Por razón de la simetría, la simetría es estética, si solo asiste un cardenal a la ceremonia, le esperará dentro de la catedral. Y si hay tres, solo dos le acompañarán en este desplazamiento.
Si en el grupo de los que le acompañan no hay cardenales, sino dos obispos, se colocarán a los dos lados del obispo-electo, revestidos con la sotana filetata, no con sotana violácea, para que así resalte con claridad quién es el obispo-electo.

Llamada a la puerta
        Al llegar a la puerta de la catedral, un acólito le dará un martillo ceremonial al obispo-electo y este golpeará tres veces el portón. Un canónigo abrirá una puerta pequeña del portón y saldrá el cabildo en silencio. Un sacerdote, sin decir nada, entregará la bula de nombramiento al deán. Este la examinará brevemente, se volverá y extendida la mostrará al cabildo. La entregará a otro para que el resto de canónigos puedan mirarla. El deán dará la orden de que se abran las puertas. Después el cabildo le besará el anillo. Acto seguido le dará el crucifijo para que lo bese y el hisopo con agua bendita. La bula será devuelta al sacerdote que la entregó.
        El cabildo acompañará al obispo-electo a la capilla del Santísimo Sacramento. El orden será el siguiente:
            La cruz y los acólitos.
            Cabildo
Grupo de clérigos que le acompañan. Avanzan en grupo, rodeando al obispo-electo, no avanzan en hileras

Oración en las tres capillas
El obispo-electo hará un rato de oración ante el sagrario. Más o menos, unos cinco minutos. Después irá a otra capilla a orar un momento breve ante una imagen de la Virgen María. Por último, se trasladará a otra capilla a orar ante la imagen del patrono de la diócesis.
Mientras el obispo reza en la tercera capilla, el deán dará la señal para que los canónigos se dirijan a sus sitios en la catedral
Después, el grupo de clérigos, sin los canónigos, sin acólitos ni cruz procesional, se encaminará hacia el presbiterio de la catedral.

Al llegar al presbiterio
El obispo, al llegar a las gradas del presbiterio, sin subir, hará en silencio una inclinación de cabeza y recibirá ese mismo saludo del arzobispo y sus sufragáneos. El pueblo y los obispos se han puesto en pie para recibirle en cuanto él ha entrado en la via sacra de la nave central. El obispo-electo no hará inclinación profunda al altar, porque delante estarán los obispos. El presbítero que entregó la bula al deán, ahora subirá las gradas y la llevará la bula al arzobispo. Este la mirará, después la mostrará extendida a derecha e izquierda. Entonces estos obispos bajarán del presbiterio y darán un abrazo al obispo-electo. El resto de obispos seguirá en sus lugares.
Durante los siguientes pasos de la ceremonia, la bula será pasada, de mano en mano, a todos ellos para que la miren. Una vez que la vean los obispos, de mano en mano, pasará al clero de la diócesis. Y después al pueblo fiel. Un acólito la acompañará para recogerla y devolverla al obispo. No importa que se manche o rompa, porque es una copia. Pasará de mano en mano hasta el final de la ceremonia, momento en que la recogerá.
En cuanto el arzobispo mostró la bula bajó con los sufragáneos a abrazar al obispo-electo y juntos subieron al presbiterio. El obispo-electo lo primero que hará al subir al presbiterio será besar el altar. No saludará al resto del clero en ese momento.

Vestición
El obispo-electo irá a un flanco del altar. Allí varios acólitos le entregarán los paramentos sagrados para que se vaya revistiendo. Dos acólitos, a unos tres metros de distancia, delante de un gran libro sostenido por un tercer acólito, leerán por turno en voz alta una oración en latín según se le entregue cada vestidura.

Traslado a la cátedra
Después, el arzobispo (sin báculo) con un gesto de la mano le indica que le acompañe a la cátedra. No hacen inclinación de cabeza al pasar delante del altar. Al llegar, le hace un nuevo gesto con la mano, invitándole a que se siente en su sede.
Tras sentarse, el obispo se saca el anillo que lleva puesto y el arzobispo le coloca el anillo oficial de la diócesis. Aunque se use ese anillo para la ceremonia, en adelante no tendrá obligación de llevar ese anillo, podrá llevar el que quiera. Si lo desea, podrá dejarse puesto el anillo que llevaba y, durante la ceremonia portar los dos. Incluso, si ha estado como obispo residencial en dos diócesis antes, podrá llevar los dos anillos y el tercero. Como símbolo de los tres rebaños que ha apacentado. Pero solo durante esta ceremonia. Posteriormente solo portará un anillo.
Tras esto, el acólito llevará el báculo oficial de la diócesis al arzobispo y este le hará entrega de él.
Antes, mientras le ponía el anillo el arzobispo, un obispo sufragáneo, situado a su derecha, ha leído una oración en latín. Ahora, mientras le entrega el báculo, otro obispo situado a su izquierda, lee otra oración latina. No se le hará entrega ni de la mitra ni de la cruz pectoral, porque en esta ceremonia esas insignias serán vistas como símbolos de su carácter episcopal ya presente en él desde su ordenación. Mientras que el anillo tiene el sentido del carácter esponsal con esta iglesia, y el báculo es símbolo del pastoreo de esa grey. En el caso de que existiese una mitra histórica especialmente rica en la catedral, se la pondrá el mismo al lado del altar; no se le entregará en la sede.
Desde el momento en que se sienta en la cátedra y recibe el anillo y el báculo se considera que ya ha tomado posesión de su diócesis. Y, desde ese momento, pasa él a ser el que preside la ceremonia.

Incensación y representaciones
Lo primero que hace el obispo ya enteramente revestido y con todas sus insignias es incensar el altar. Se dirige allí con el báculo en la mano y lo entrega a un acólito para poner el incienso. Después vuelve a tomar el báculo y se dirige de nuevo a la sede para recibir el saludo de una representación de la diócesis. Puede mantener o no el báculo en la mano, como prefiera. Pero será más cómodo para él si lo entrega a un acólito antes de sentarse. Desde que se dirige a al altar hasta que acaba de recibir las representaciones, el coro canta.

Te Deum, alocución y oración final
Tras eso, se cantará el Te Deum. Después, desde la cátedra, dirige unas palabras a los presentes. Acabada su alocución, el obispo se pone en pie y allí hace la oración final de petición de ayuda a Dios para su ministerio y de agradecimiento por él.

Hora sexta
Tras la bendición, acto seguido se dirigen al coro para el rezo de la hora sexta o la que convenga según el momento del día que sea. Lo normal será que la ceremonia de toma posesión comience a las 11:00, para así, a las 12:00 poder empezar el rezo de la hora sexta. La ceremonia de toma de posesión, en principio, no durará más de una hora. No hay liturgia de la Palabra en esta ceremonia, porque la hora sexta hará esa función.
        Primero tendrá lugar la ceremonia de toma de posesión, de forma que la hora sexta la pueda presidir ya el obispo. El clero sentado en el coro de los canónigos dejará sus lugares a los obispos. Los escaños del coro quedarán ocupados por los obispos y los canónigos. Si sobran asientos, se sentarán sacerdotes de la diócesis.
        Aunque el obispo de la diócesis y los obispos se trasladen al coro de la catedral, todos los presentes en el templo participarán de esta liturgia a través de los altavoces, estén situados donde estén. Para ayudar a que la catedral pueda desocuparse con mayor facilidad, será mejor que el clero salga en procesión, tal como entró. Al final de una hora menor, no se da la bendición.

Los tres días del inicio del pontificado
La ceremonia de toma de posesión es una, pero el protocolo para el inicio del pontificado de un obispo durará tres días:
El primer día tiene lugar la ceremonia de toma de posesión y el rezo de la hora sexta.
El segundo día tendrá lugar la primera misa pontifical en la catedral. Mejor por la tarde.
El tercer día, el obispo rezará solemnemente las completas en el coro de la catedral. Las completas completan el ciclo ceremonial del inicio del pontificado. Incluso en latín tienen ese sentido en su nombre: ad completorium.
Esta última ceremonia de completas es breve, si lo desea, solo si lo así lo quiere, podrá ir precedida de la adoración del Santísimo Sacramento o de cualquier otro acto devocional.
Este ciclo, como se ve, costa de una ceremonia al mediodía, otra por la tarde y una última por la noche.
Ceremonia, misa, liturgia de las horas.
Hay solo una ceremonia de toma de posesión, pero con dos ecos.