martes, diciembre 11, 2018

¿Sembrar la secesión es un asunto moralmente indiferente?



Después de cenar escribiré unas líneas sobre asuntos personales, para que no hable yo siempre de este asunto de Cataluña. Pero esto se ha convertido en una conversación que me parece muy interesante, una civilizada conversación. Lucía escribía:

La legalidad de hoy puede ser muy diferente a la de mañana. Las leyes cambian como cambia la sociedad.

No, Lucía, la soberanía siempre ha sido lo mismo. Tanto en la época de los estados-clientes del Imperio Romano, como en la época de Carlomagno. La soberanía es una realidad jurídica que será igual ahora que en el siglo XXIII.

¿Por qué? Porque si esto fuera el poblado Pitufo, nos reunimos en la plaza y nos ponemos de acuerdo, pero en cualquier grupo de millones de habitantes siempre, absolutamente siempre, tiene que quedar claro quién es el que tiene el Poder en último término. Hay cosas en una nación más indefinidas, pero esa NUNCA puede quedar indefinida. Cuando ha sido así, el resultado siempre ha sido muy malo.

Una cosa es que el Poder organice una consulta como en Canadá o en el Reino Unido, y organizara la división de una parte de la soberanía. Y otra muy distinta es el desconocimiento de la Ley por parte de las instancias de Poder inferiores: el resultado, en estos casos, siempre ha sido el mismo y muy malo.

La división desde el Poder, aunque sea un mal, se realiza de forma organizada. La división a la fuerza acaba provocando guerra callejera o terrorismo.

Lucía decías que mala es la situación para el 50% de catalanes que sienten españoles y mala la situación para el 50% que no se sienten españoles. El problema es que no hay término medio. Es el típico caso en que, una vez dada toda la autonomía posible, solo queda la ruptura o la unión. Y dado que no hay una tierra de en medio, dado que hay que dejar claro qué norma jurídica es la que rige mientras se produce el debate, la única posición de la Razón es la legalidad del Estado de Derecho.

Yo no me meto en banderías humanas, no me meto en cuestiones opinables que corresponden a la política. Yo intervengo en la cuestión moral y la solución es la misma aquí, en Estados Unidos, en Italia y en Alemania, ahora y dentro de cien años. Las pautas morales que he ofrecido intentan ser objetivas. La moral obliga, sea uno del partido que sea.

Podemos discutir si queremos que haya o no monarquía, podemos discutir si dividimos en otras dos cámaras el senado, podemos discutir muchas cosas, pero si, por ejemplo, la Ley apenas castigara el hecho de que un extraño pudiese entrar en nuestra casa, eso trae gravísimas consecuencias. No se puede mitigar el concepto de allanamiento de morada sin que eso no acabe muy mal.

Si alguien quiere entrar en mi casa, yo puedo repelerlo con la fuerza. Y eso no es un delito. Nadie puede apelar a términos medios: es mi casa o no lo es.

lunes, diciembre 10, 2018

No existe un magisterio específico sobre el nacionalismo




















Tenía clarísimo que hoy no iba a hablar del tema de Cataluña, pero, al final, no me he resistido, porque un lector ha hecho una petición muy interesante:

Por favor padre, explique cuál es la doctrina social de la Iglesia sobre la secesión en un país. Es muy clarificadora y debería ser el criterio a seguir por sus pastores y fieles.

No existe una doctrina magisterial expresa sobre el tema. Ahora bien, hay suficientes elementos en la teología moral de la Iglesia para afirmar de forma condensada las siguientes verdades:

-Existe un derecho a la autodeterminación cuando hay razones suficientes para ello: invasión de un pueblo, objetiva situación de opresión (por la raza, religión, etc.) u otras razones objetivas.

-No existe un derecho a la secesión cuando la región, provincia, departamento, cantón u otra circunscripción ni está invadida ni oprimida, y forma una unidad con el Estado del que es parte.

El que el poder político decida ceder no significa que ese derecho exista. Solo demuestra que ha cedido. Ojo, tampoco estoy diciendo que, en ocasiones, no sea más prudente optar por el mal menor.

Querido comentarista, lo pediste es muy útil, porque este es un problema que puede extenderse sin final por todos los países con su inevitable siembra de odios y posibilidad de grandes conflictos.

Repito lo que dije hace tiempo: Que el límite de una nación esté aquí o más allá se debe a cuestiones en manos del azar: un río, una batalla perdida, una boda entre casas reales, una cordillera, una lengua, una religión. Las lenguas avanzan o retroceden o se encapsulan por razones azarosas. Las fronteras podían haber estado en muchos otros lugares alternativos. Lo que sí que resulta indudable son los males que afrontamos si una región comienza un proceso de secesión, u otro país inicia un proceso de incorporación por la fuerza.

En el caso de una autodeterminación, la inmensa mayoría de la población invadida o sojuzgada lo normal es que quiera recobrar la independencia. Y, aun así, los peligros de odio y sangre que conlleva un proceso de autodeterminación no son descartables.

Pero, en el caso de una secesión, estar dispuesto a pagar ese precio resulta objetivamente inaceptable desde un punto de vista moral.

Desde un punto de vista legal, la soberanía es indivisible. Normalmente, la Ley es reflejo de la moralidad; y la moralidad se encuentra reflejada en la legalidad. Ya sé muy bien que hay excepciones. Pero cuando el sistema jurídico se basa en la Razón, la Ley refleja el ordenamiento moral.

Si existiera un derecho a la secesión, Cataluña podría volverse a dividir cuatro años después de lograr la independencia. En un estado de anarquía, hasta los valles del pirineo proclamarían su independencia. ¿Por qué una ciudad no puede ser independiente?

No hay nadie que ahora abogue por la secesión en Cataluña que después no vaya a negar el derecho a la independencia a otros. ¿Por qué? Porque la Razón indica que la soberanía no puede estar fragmentándose de forma indefinida. Más allá de cierta división y subdivisión el sistema caería en la anarquía.

Aunque algunos digan que sí que aceptarán ese derecho, lo dicen convencidos de que el proceso se detendrá. Pero este es un proceso que resulta altamente inflamable porque cada división implica destrucción del bien común y la siembra de animadversión. Las secesiones no se pueden hacer sin esa siembra de la confrontación del uno con el otro. Sin confrontación, la Razón indica que la unión y la coordinación siempre es preferible. Cada desunión y descoordinación conlleva un coste. Por eso los defensores de este derecho de independencia, después lo niegan a los sometidos a la nueva soberanía. Antes de la guerra civil española los anarquistas no creían en la autoridad. Después, cuando se hicieron con el Poder en la guerra, ejercieron la autoridad. Lo mismo pasa con los que creen en el derecho de secesión. Una vez creada la nueva soberanía, ya no se puede ejercer ese derecho.

Por eso, desde el punto de vista de la moral, creo que ha llegado el momento de decir bien y alto y bien claro, sin ambigüedades, que no existe el derecho a la secesión. Existe, como es lógico, el derecho a que el prisionero recobre la libertad. Secesión no es lo mismo que autodeterminación. En 1944 Francia no se secesionó del III Reich. Las Trece Colonias sí que se independizaron de la Corona Inglesa, pero ese hecho (con razón o sin ella) no se pudo hacer sin pagar un precio en sangre.

Hay un ejemplo que puede dejar clara esta cuestión moral: Existe el derecho a que la esposa maltratada se escape del matrimonio. Pero no existe un derecho, moralmente hablando, a que la esposa un buen día anuncie que se autodetermina respecto al matrimonio y se marche. Esa no es una opción moralmente indiferente.

Desde el punto de vista de la licitud, uno puede ser todo lo nacionalista que quiera, pero teniendo claro que la soberanía es un bien nacional indivisible. Los montes del Pirineo no pertenecen a sus habitantes, sino a toda la nación. Y es un hecho objetivo que hoy Cataluña pertenece a España, hagan las votaciones que quieran hacer los que vivan allí. Es una mera cuestión legal con igual respuesta en todas las construcciones jurídicas de todo el mundo.

Por supuesto que uno dirá que uno tiene una opinión y otro tiene otra opinión. Pero el Poder no está sujeto a opiniones. El Poder es algo objetivo. Quim Torra dirá lo que quiera, pero él no puede detener al presidente de España; la justicia de España sí que puede detener a al presidente de la Generalitat.

Como dije en otro post, aquí cada cual tiene sus opiniones. Pero el Poder se demuestra en la capacidad de enviar a la policía a detener a alguien. Esa es la evidencia última de quien posee el Poder. Cuando llega la policía y le comunica a alguien: “Está usted detenido”, esa es la frase más objetiva que existe, no está sujeta a opinión.

Otra lectora pedía “altura de miras” con los nacionalistas, pero aquí hablo de la cuestión moral. Lo moral es lo justo. Después ya sé muy bien que nuestros políticos en Madrid pueden hacer los cambalaches que quieran. Pero yo hablo de cuestiones que tienen que ver con la moralidad, con lo justo, con los derechos. Después ya sé que puede ocurrir cualquier cosa.