jueves, octubre 31, 2019

Música para un asesino



Estaba escuchando esta música perfecta para recordar a un asesino:


Después se me ocurrió este diálogo. Diálogo ficticio, pero diálogos así debió haber en la mente de ese rey, entre él y su conciencia. O, tal vez, sintió que el mismo Jesucristo, Rey de reyes, le hablaba.

Me imagino a Enrique VIII angustiado por la culpa, excusándose:

—¡Siempre me podré arrepentir! ¡Aunque sea en el último momento!

—Yo soy Jesucristo. Yo soy la misericordia. Y Yo te digo: Arrepiéntete ahora.

—¿Me niegas la posibilidad del último arrepentimiento... si es que me he equivocado? ¡Si es que me he equivocado! Porque eso también está por ver.

—Yo veo el futuro.

—No me parece digno de ti que me arrojes a la desesperación ya en vida.

—Vas a ser un pobre mendigo en el infierno. Un mendigo atormentado. Suplicarás una gota que apague tu sed. Una simple gota...

—¿Y tú eres la Misericordia?

—Ten piedad de ti mismo, alma eterna. Es la Misericordia la que te está pidiendo. ¡Ten compasión de ti mismo!

—Eres el demonio. ¡Que no confíe en la misericordia de Dios! ¡Eres el demonio!

—Confías en pedir perdón, cuando ya no distingues a Jesucristo de Satanás.

—Confío en el perdón de Dios.

—¿Crees que el perdón se te concederá por pronunciar una palabra, por proferir un santo y seña? ¿Crees que por decir una fórmula como si fuera una palabra mágica ya quedarás perdonado?

—¡Hay razones de Estado! Razones de Estado. ¿Entiendes?

—Yo soy la misericordia y te digo: Córtale la cabeza y con la misma hacha atravesarás tu alma inmortal.

domingo, octubre 20, 2019

El verde como color de la esperanza, esperanza del fruto venidero



He estado durante una semana dedicado a la oración. He ido a un lugar donde sintiera la gracia. Hay lugares especiales, hay sitios de este mundo que ya solo por estar en ellos uno siente devoción, ganas de orar; lugares donde todo lleva a Dios.

Al regresar, he podido comprobar cuánta tensión hay ahora mismo en muchos sacerdotes por cuestiones eclesiásticas. No puedo en un solo post dar mi opinión sobre tantas cuestiones sobre las que me preguntan los laicos que confían en mí.

Son preguntas que no se responden con un sí o un no. La necesidad de matizar no es un lujo. Solo un troglodita respondería con una palabra contundente como un golpe de tranca. Cuántas veces san Pablo, en sus epístolas, matiza y vuelve a matizar.

Pero una cosa sí que puedo decir: amor a los obispos, amor al papa. El respeto y cariño hacia las personas sagradas no implica ninguna traición a la ortodoxia de la fe, aunque algunos así lo intenten plantear.