domingo, febrero 28, 2021

Ideas para acabar con los disturbios de los antisistema

 

El control de los grupos antisistema que realizan la lucha callejera, con extrema violencia, de forma organizada, resulta casi imposible. Los puedes contener, los puedes dispersar, pero vuelven a reunirse en otra calle, a la noche siguiente. Se presentan solo gritando, mientras hay agentes de la autoridad; y actúan contra los comercios cuando ven que no hay policía. Se presentan solo gritando, hasta que tiran un cóctel molotov a un policía. ¿Cómo apresar a un joven determinado en medio de la masa? ¿Cómo identificarlo si va con la cara cubierta? ¿Cómo ir a por él si los que están alrededor van a atacar al agente que lo intente? No, la policía no puede hacer nada o casi nada, por más duro que nos resulte reconocerlo. Como mucho dispersarlos.

Ahora bien, propongo una solución que me parece la más adecuada, dadas las circunstancias. Se trataría de un cambio legislativo que permitiera la condena en un tribunal por culpabilidad solidaria.

Si un joven está en un grupo que claramente está realizando lucha callejera, llamémosla así, entonces al joven que se detenga se le aplicará una pena no por lo que él, en concreto haya hecho, algo dificilísimo de probar, sino por haber participado en un grupo organizado para realizar la lucha callejera. Es decir, el delito penal no pasaría a estar centrado en lo que ese sujeto haya cometido individualmente, sino en haber formado parte de un grupo con propósito de delinquir y que, de hecho, habrá provocado destrozos materiales y ataques a la policía.

No conozco el contenido de la ley con la que se contuvo la kale borroka hace años. Supongo que esa ley debió ser algo parecido.

A esto se podría añadir algo más. La policía, los antidisturbios, podrían tener un tipo de rifles con mirilla telescópica que dispararan un tipo de pintura. De manera que, desde lejos, marcaran a las personas agresivas, o que tiran botellas contra la policía o un cóctel molotov, o que queman un contenedor. Una vez marcado el sujeto, sería más fácil para la policía ir a por él en medio de todos los demás.

Es cierto que esa pintura, al impactar, puede manchar a los que están alrededor. Pero si uno está alrededor de los que tiran botellas, queman contenedores y rompen escaparates, se expone a formar parte de esa culpabilidad solidaria.

Si se está delinquiendo en grupo, cualquier ciudadano honrado lo que debe hacer es alejarse de esas personas y no formar parte de la masa destructiva. El policía que marque con pintura a alguien debe haber recibido formación para tener muy claro que esa pintura supondrá una incriminación especialmente grave dentro de un grupo que tiene una culpabilidad solidaria.

Con estos sistemas, no se va a detener a los doscientos que vayan delinquiendo. Pero si cada noche atrapan a diez o veinte, la cosa cambia. En diez noches, veinte son doscientos detenidos.

La culpa solidaria por hacer lucha callejera no debería estar por debajo del año de prisión. Es decir, solo con ese cargo deben ingresar en prisión sin poder ser eximidos por ser la primera condena. Y las personas que arrojan botellas a la policía deben pasar un par de años en prisión. No solo por el acto realizado en sí mismo, sino por la repercusión espantosa que tiene sobre todo el tejido social. Porque no es un acto aislado, es un acto que forma parte de una organización.

Ahora mismo, la policía poco puede hacer más que contener. Ya sé que intentan coger a los más violentos, ya se que tratan de infiltrarse. Todo eso está muy bien y lo hacen magistralmente, sean los mossos o sea la Ertzaintza. Pero hay que facilitarles el trabajo. Hay que ponérselo lo más fácil que sea posible. Y probar que este sujeto hizo esto, en concreto, no es fácil si está enmascarado y se oculta en medio de doscientas personas.

El tipo legal que he sugerido, unido a la capacidad para marcar con pintura a los peores, cambiaría la cosa. La policía tendría la capacidad de incriminar desde lejos.

Alguien me dirá que esto es demasiado poder para la policía. Pero se basa este poder en el sentido común. Si usted está en el lugar preciso, a la hora precisa, en medio de la gente que no debe estar, pues se aplica el sentido común. Lo que no es de sentido común es no hacer lo que se debe hacer.

sábado, febrero 27, 2021

Hoy solo quería alegraros la vista





Hay una cosa que he escuchado no pocas veces que es profundamente inmoral. Y es cuando, en España, se acusa al gobierno y al presidente de ser culpables de tantos o cuantos millares de muertes por el coronavirus a causa de las decisiones tomadas.

Eso, como sacerdote, debo decir que es una afirmación inmoral. Por supuesto que se podrían haber tomado otras decisiones. Por supuesto que, cuando se toman decisiones, unas son mejores que otras. Pero hay que dar por supuesto la buena voluntad de los que nos gobiernan. No tengo la menor duda de que hicieron lo que creyeron que era mejor.

No voy a entrar a analizar hechos concretos, me limito a dar un juicio general de tipo moral.

Dígase lo mismo del virólogo que sale a dar las ruedas de prensa, Fernando Simón. He escuchado las mayores barbaridades acerca de él. Pero yo solo veo un hombre honesto que hace su trabajo. Que se pueden buscar en la hemeroteca declaraciones aparentemente equivocadas, pues sí. Si se descontextualiza una frase, por supuesto, que aislada es un error. Él ha intentado decir la verdad, pero tratando de tranquilizar.

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Estoy seguro de que algunos lectores de otros países habréis experimentado esta misma dinámica de odio hacia el gobernante cuando hay muchos muertos. Este deseo innato de culpabilizar a alguien cuando hay un desastre. Hay que resistir esa tendencia.

No estoy diciendo que, en todos los países, todo se haya hecho bien. Seguro que ha habido gobernantes que hayan manifestado de forma especial su incapacidad y hasta su deshonestidad. Pero hay que tener cuidado porque la ladera inclinada empuja hacia aversiones irracionales.


viernes, febrero 26, 2021

Hoy voy a hablar de la política española, como sacerdote

 

Tranquilos que no me voy a inmiscuir en nada que no sea mi campo. Pero es un hecho que, en nuestro país, como en tantos otros, la política se ha convertido en una continua confrontación. Una confrontación que divide a los ciudadanos, los enfrenta, fomenta el odio. Frente a la degradación de la política, se podría pensar que la solución es crear otro partido, un nuevo partido, otro grupo que supere esta situación. Mucho me temo que se convertirá en más leña echada al fuego.

La sociedad debería plantearse una reflexión: ¿Qué hacer para superar esta situación? ¿Qué hacer para crear una mentalidad del consenso, del encuentro, del acuerdo en armonía?

Fundaciones, intelectuales, políticos retirados podrían colaborar. Especialmente, estos últimos podrían hablar con gran conocimiento de causa, apuntando soluciones.

Apuntar soluciones, reflexionar, analizar las causas. La situación merece una larga y tranquila reflexión, sin prisas, pero con la voluntad de decantar las mejores sugerencias para hacer algo.

Si la situación es mejor en los países escandinavos (no lo sé), estudiar por qué es así. Si hay un grupo de países en el mundo que goza de una política más sana, estudiar las causas de esa situación.

El panorama es tan preocupante que esto no se soluciona con un nuevo líder ni con una nueva formación. Se requiere un análisis en profundidad.

Pero es un hecho que los políticos, hablo en general, no son la solución, sino el problema. Ellos son los sembradores de odio. Los partidos se han convertido (como regla general) en grupos que buscan su propio beneficio egoísta.

¿Todos por igual? No, todos por igual no. Unos mucho más que otros. Ha habido líderes y partidos especialmente malos. Ahora bien, lo que ha quedado claro es que las votaciones populares no premian la virtud ni la coherencia ni la racionalidad. 

En España, como en casi todas partes, se vota a un partido como el que apoya a su propio equipo de fútbol. Y lo que quieren los votantes es que su equipo gane a toda costa. La solución a este problema no es fácil. Y, por supuesto, no caben soluciones que no sean democráticas. La dictadura siempre es peor.

jueves, febrero 25, 2021

Escultura: La Verdad y la Falsedad luchando

 

Si no hemos logrado una división de los tres poderes en las democracias, que es algo fundamental, podemos estar seguros de que los servicios de inteligencia están mucho más desatados de lo que podemos imaginar.

El que estén desatados, lo repito, no significa que no haya hombres honestos que, a pesar de estar desatados, impiden que las cosas se hagan mal por parte de sus jerarquías inferiores. Pero el control de esos grupos secretos con tanto poder resulta algo esencial.

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No voy a decir el país ni como me enteré, pero me lo dijo uno de los interesados: en cierta democracia europea occidental, el gobierno ordenó escuchas telefónicas a los obispos de la nación. El asunto no saltó a la prensa, pero se hizo. Lo sé de la mejor tinta posible.

Ah, los servicios secretos. Qué tentación para los gobernantes. Qué tentación hasta para los mismos integrantes del servicio de inteligencia que no sean honestos. Debería existir una comisión de cinco o diez profesionales externos encargados solo de vigilar sus actuaciones.

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Se dice que, en cierto país, cuando un fiscal investigó a una presidenta, al poco, el fiscal decidió cerrar la investigación suicidándose.

miércoles, febrero 24, 2021

Limítese al curriculum

 

Me fascina esta estatua, qué belleza. Cambiando de tema. Escucho muchas conferencias online. Y os comparto algunas anotaciones sobre el tema:

Es mejor nunca, jamás, usar los términos alta Edad Media, baja Edad Media. Nadie se aclara. Incluso hay no pocas posibilidades de que el conferenciante cometa algún lapsus con esos dos periodos. Es mejor hablar del comienzo de la Edad Media, del final de la Edad Medía, e incluso se puede añadir el periodo central de la Edad Media. Pero lo de alta y baja es totalmente equívoco.

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Algo que no comprendo es que un profesor de universidad con experiencia comience quejándose de que tiene poco tiempo para explicar el tema de su conferencia. Y si comienza así, acabará repitiendo la queja, progresivamente más enfadado, en los últimos diez minutos.

A mí si me preguntaran: “¿Puede resumir la Biblia en una hora?”. Contestaría con una amable sonrisa y sin el menor atisbo de ironía: “Por supuesto, y también en cinco minutos, y me sobraría uno”.

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Os confieso que el peor momento para mí, en una conferencia, es cuando me presentan. La gente no se imagina lo incómodo que es escuchar los elogios mirando a la gente. Cuanto más desmedidos los elogios, más avergonzado queda uno. Ojo, y a lo mejor hasta pienso que tiene razón. Pero lo duro es escuchar eso mirando al público. Uno no sabe donde meterse. De verdad, no tiene nada de agradable. Cuando me han pedido alguna sugerencia, les he pedido que se limiten al currículum.

martes, febrero 23, 2021

Yo mismo muchas veces doy la mano protocolariamente

 


La Iglesia debe preocuparse también de los pecados contra la libertad. Y así lo hace. La defensa de la democracia es un asunto que incumbe a la moral. La política es ya, sin embargo, otra cosa totalmente distinta: son las discusiones partidistas acerca cuestiones concretas opinables. En eso, la Iglesia no entra en banderías humanas, en partidismos particularistas.

La Iglesia se preocupa de la libertad allí donde es libre. Por supuesto que en donde no es libre no va a estrellarse de cabeza contra una pared.

A veces acusan a la Santa Sede de consentir con su silencio, de hacerse cómplice, de pecar por omisión. Los hoy día siempre se quejan de eso son injustos. Es muy fácil reivindicar la libertad en un país oprimido desde la seguridad de un palazzo de Roma. Uno se llena la boca con discursos y después sufren las represalias los obispos y sacerdotes de ese población-rehén.

El Vaticano, muchas veces, calla porque es lo que se debe hacer. Lo reprobable sería hablar con desparpajo y dejar que otros paguen la factura. Unos se hinchan a comer en el banquete de la libertad y otros “hambrientos de derechos” pagarán la factura.

No, la postura de la Santa Sede no solo no es inmoral, sino que sigue la postura de Nuestro Maestro en su relación con el César, el tetrarca o el procurador romano. Postura que después continuó Pablo o Pedro en sus cartas.

lunes, febrero 22, 2021

Le llamábamos "Karla"

 

Estaba revisando los días pasados unos párrafos de mi libro La decadencia de las columnas jónicas. Y me di cuenta de un pequeño detalle: no sirve para nada el que haya una comisión parlamentaria (en España) o una comisión del Congreso (en Estados Unidos) para que el jefe de los servicios de inteligencia informe a esa comisión, y esa comisión le “supervise”.

En todas las democracias, los servicios de inteligencia (los llamaré Inteligencia a secas) están “supervisados” de esa manera. Hay que ser claros: no sirve para nada. Diez o doce parlamentarios no tienen capacidad alguna para investigar nada en una de esas reuniones a puerta cerrada. El jefe de la Inteligencia llega allí, dice lo que quiera y se marcha hasta el siguiente año.

La actuación ilícita o simplemente desviada o no del todo honesta de los servicios secretos es muy difícil de detectar porque si se produce, no es como si lo hiciera cualquier otro grupo organizado para delinquir. Un servicio de inteligencia es un grupo especialmente bien organizado y entrenado, pero con conexiones con otras ramas encargadas de salvaguardar la ley.

Solo en los casos flagrantes, la Inteligencia tirará la toalla y dejará caer al superior responsable. Pero, en la mayoría de los casos, la capacidad investigativa de un juez no va a poder hacer frente a todos los recursos que tienen esos otros profesionales para distorsionar los datos.

De ahí que, en todas casi todas partes, seguro que hay excepciones, la Inteligencia experimenta una verdadera sensación de impunidad, de estar por encima de la ley. Ellos mismos se autorregulan y vigilan. Porque si no, saben que nadie lo podrá hacer. Insisto, en la mayor parte de las democracias que funcionan, estos servicios no son los malos de la película porque suele haber personas honestas en la cúspide que se encargan de controlar y sancionar.

En mi opinión, la única solución buena es que, en cada democracia, exista un grupo especializado de profesionales encargados de supervisar las actuaciones de la Inteligencia. Y que ese pequeño grupo sea externo. Es decir, que sus integrantes no pueden pertenecer al mismo grupo investigado. Debe existir, como en cualquier cuerpo del Ejército, un sistema de investigación interna, pero debe haber otra referencia externa.

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Post Data: Si lee este post algún miembro del CNI, Centro Nacional de Inteligencia, por favor, les hago gratis un nuevo logotipo para sus servicios de inteligencia. El que tienen ahora... es manifiestamente mejorable:

https://es.wikipedia.org/wiki/Director_del_Centro_Nacional_de_Inteligencia

Se lo hago gratis. No tendrán que ir diciendo: “Sí, nuestro logotipo nos lo diseñó un cura”. Pero es que el de ahora se nota que lo dibujo algún jefe sobre la servilleta en algún restaurante.

domingo, febrero 21, 2021

Dadme vuestras masas sedientas de justicia

 

Ayer tuve una interesante conversación con un amigo acerca del sistema judicial estadounidense y el español. Me parece evidente que el sistema español es no solo mejor que el del otro lado del Atlántico, sino sustancialmente mejor.

Aunque en los dos países veamos un juez presidiendo y un fiscal y un abogado, los mecanismos de funcionamiento son muy diversos. Resulta muy interesante que pequeños cambios en el modo de proceder produzcan resultados tan distintos.

El sistema en Estados Unidos está radicalmente maleado por varias razones. Una de ellas son los incentivos que tiene un fiscal para lograr condenas; ahora entendemos por qué, en las películas, los fiscales se enfadan tanto cuando pierden y por qué quieren, a toda costa, que el acusado sea condenado.

En Estados Unidos el juez allí solo garantiza un juicio justo, no es un juez instructor. Con lo cual, la policía tiene un poder absoluto. Las sentencias del mismo sistema judicial han demostrado hasta qué punto el sistema policial ha abusado reiteradamente de ese poder. En España, al principio, se parte de la investigación de la policía. Pero tanto el fiscal como el juez son figuras independientes que pueden, a su vez, investigar si lo creen conveniente. Y son muchas las veces las que intervienen en la investigación en marcha.

Las diferencias podrían seguir formando una no corta lista. Pero también el sistema en que trabajan los abogados es distinto respecto a España. Y, de nuevo, el sistema norteamericano ofrece peores resultados. El sistema incentiva que un abogado no quiera tomar la defensa de casos en los que la victoria sea difícil. Los abogados de oficio allí son los peores de todo el gremio. En España, los abogados de oficio son competentes. El juez no va a echar una mano al acusado si el abogado lo hace mal. En España el juez busca la verdad (no es un mero juez de garantías), con lo cual, ayudará al acusado si la línea del abogado es muy equivocada. ¿Cómo le ayudará? Por ejemplo, sugiriendo que busque tal o cual información que resultaría muy útil para la defensa de su cliente si la logra encontrar.

Y a eso hay que añadir que el Tribunal Supremo de Estados Unidos, entre otras cosas, resuelve los conflictos entre tribunales de apelación. Son varios juristas de ese país que han repetido la importancia de que el Tribunal Supremo esté dividido en salas, es decir, en secciones especializadas; como, por ejemplo, lo está en España. Ese pequeño cambio es muy importante y redunda en beneficio de todos. Pero se alega que la Constitución habla solo de un tribunal supremo, es decir, de un tribunal único; razón por la que, hasta ahora, tal reforma se ha rechazado.

En fin, este es un recorrido sucinto, pero la lista es más larga. Incluido el aberrante modo de elegir a algunos jueces y fiscales: por votación del pueblo en unas elecciones.

La justicia se hace en nombre del Pueblo, pero no por el Pueblo. La democracia debe garantizar la justicia, pero la justicia NO es democrática.

sábado, febrero 20, 2021

No sé lo que debe hacer una democracia, pero sí que sé lo que no puede permitir

 

Para los antisistema radicales, asaltar una comisaría y tomarla sería como ganar la medalla de oro en estas olimpiadas de la anarquía. Jamás una comisaría debe caer sea de los mossos, de la Policía Nacional, de la policía local o un cuartel de la Guardia Civil. Una comisaría tiene un valor simbólico. Una cosa es que la policía no pueda evitar que un facineroso cometa un delito en una callejuela desierta y mal iluminada. Y otra muy distinta es que los delincuentes venzan por la fuerza el mismo símbolo del orden.

En un sistema legal óptimo, los agentes deben poder defender ese recinto por todos los medios, pase lo que pase, sin el más leve temor a futuros problemas jurídicos.

Un policía puede hacer uso de la fuerza si ve en peligro su integridad física. Es algo lógico. Ahora bien, la ley debería observar no el derecho, sino la obligación a defender el recinto de una comisaría por todos los medios.

Una nación no puede ver en televisión como se toma al asalto una comisaría. Eso no puede suceder. El Estado de Derecho no puede permitirlo.

viernes, febrero 19, 2021

Caos y orden

 

La violencia sigue en las calles. Pero toda España tiene la calma que le da conocer la probada profesionalidad de su policía.

La policía quizá la institución más valorada en este país.

Un ciudadano normal no tiene ni idea de lo que es plantar cara a cientos de jóvenes dispuestos a actos extremadamente violentos. Se requieren condiciones psicológicas especiales para mantener la calma en una situación así.

La Guardia Civil, la Policía Nacional, la policía local son cuerpos de seguridad discretos y efectivos, inquebrantablemente honrados y respetuosos con todos los ciudadanos.

Este puzle es ejemplo de que los dogmas estan engarzados entre sí


La reflexión conjunta acerca de la hipótesis de un “cristianismo” sin Encarnación me ha resultado muy enriquecedora para entender mejor el misterio de Cristo. Reflexión conjunta que nos ha llevado varias horas a algún amigo teólogo y a mí. Oculto el nombre de mi amigo.

Fabián ha dado totalmente en el clavo con un detalle en el que, en todos los pasados años, no había caído: cuando Jesús convirtió el agua en vino, el vino resultante fue óptimo.

En ese comentario, aunque breve, se percibe que Fabián ha entendido de lo que hablaba. No ha sido el único, perdonad que no os cite a todos.

El acostumbramiento al misterio de la Encarnación es un peligro. Todos tenemos que quitar el polvo de la rutina. También debemos esforzarnos en entender que cada artículo de la fe está en el Magisterio porque tiene una razón para estar.

La distinción entre necesario y contingente es muy interesante si nos damos cuenta de que Dios ha tomado siempre la opción más perfecta. Esto aclara las cosas, pero nos lleva (como los niños pequeños) a hacer nuevas preguntas a nuestro Padre.

Ejemplo de lo contingente, ¿podían los sucesores de Pedro haberse establecido en Alejandría? Es decir, si Roma era la opción más razonable, ¿hasta qué punto la Voluntad Divina podía haber escogido una ciudad menos adecuada si su Inteligencia Infinita sabía que era la más conveniente?

Como se ve, esta relación entre contingencia y “elección divina de lo más conveniente” plantea interrogantes. Si se entiende mal, todo pasa a ser, en cierto modo, necesario.

Roma, sin duda, era contingente. Pero el concepto de Destino plantea problemas. El azar es solo un concepto instrumental. En manos de un Padre Providente, ni un pajarito muere en el mundo sin que lo permita la Voluntad Omnipotente.

Sí, no veo tantos interrogantes (en mi caso) a la hora de entender la relación entre destino y predestinación, como en entender esas relaciones entre contingente y “elección divina de lo más conveniente”. Planteo preguntas, no tengo respuestas para todo.

Somos niños, tenemos que fiarnos de la Trinidad. Ella sabe por qué permite cada cosa.

jueves, febrero 18, 2021

Armonía y confrontación en una sociedad postcristiana

 

Hoy he visto una parte de un documental del programa En portada de Televisión Española. Quiero sugerir a la Conferencia Episcopal Española que haga un recuento de cuántos documentales de nuestra televisión pública tratan acerca de la Iglesia.

La cuestión no es si las cosas negativas que se dicen de la Iglesia, en esos documentales, son verdaderas o no. La cuestión es que la cadena pública, de manera evidente, lleva (con el dinero de todos) aplicando una política deliberada de desprestigio. No necesito saber el número, el porcentaje, para tener la completa certeza de que esa voluntad existe. Se trata de un plan realizado a largo plazo.

Del mismo modo, los políticos de izquierdas, hace tiempo, se dieron cuenta de que poner muchos documentales acerca de la Alemania de Hitler aumentaba la intención de voto hacia ellos. Resulta patente que el porcentaje de documentales sobre el nazismo resulta desproporcionado en nuestra televisión pública.

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Cuando hoy he visto las imágenes de jóvenes antisistema incendiando contenedores, rompiendo escaparates y agrediendo a la policía, en varias ciudades de España, me he acordado de que, cuando sucedieron los disturbios de Chile, en ningún momento pensé: “Nosotros somos distintos”. Para nada pensé eso porque bien sé que los radicales, que los neoanarquistas, son grupos presentes en casi todos los países, tanto de América como de Europa.

Este odio contenido, sembrado, incubado, va a ser una realidad cada vez más frecuente en nuestras sociedades del siglo XXI. En la medida en que la crisis económica se vaya haciendo más profunda, van a ir creciendo. Son levadura en medio de la masa. De ningún modo, se les puede subestimar. Son el huevo de la serpiente. Ah, y por si alguien no lo ha notado, ya están en el Poder, ya tienen su cuota de Poder.

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El post que viene abajo es solo para los muy aficionados a la teología. Los demás lo pueden obviar sin cargo de conciencia.


Puzles teológicos ampliados durante dos milenios

 

Un lector de Estados Unidos me ha enviado unas profundísimas reflexiones. Le he estado dando vueltas a sus aportaciones. Es cierto que el por Cristo de la doxología puede tiene una razón más profunda que la de la Redención, que fue la primera que pensé, la que tenía en mente cuando escribí el primer post.

Es verdad que hay una relación ontológica intratrinitaria entre el Padre y el Hijo que tiene que reflejarse en la revelación del Misterio de los misterios.

Es cierto también que, sin Encarnación, podría haber perdón si así Dios lo determinaba, pero hubiera sido más difícil la divinización, la santificación llevada a las más altas cumbres.

También resulta fascinante, como me señalaba él, que Dios es libre, pero Dios siempre hace lo que más conviene porque es Perfecto. En ese sentido, la Voluntad Divina se mueve por unos cauces de necesidad, en cuanto que no va a realizar lo imperfecto, pudiendo hacer lo perfecto. Dios no tiene voluntad, Dios es Voluntad.

miércoles, febrero 17, 2021

Le marravilloso puzle de la teología

 

El tema de ayer, algo que se me ocurrió de pronto, me parece tan interesante que he revisado y redactado de nuevo el post de ayer, ampliando algunas partes. Me parece tan fascinante que mañana le dedicaré otro post más. Ahora los pensamientos de ayer de nuevo.

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Ayer estaba hablando con un amigo, por teléfono, antes de acostarme y le pregunté: ¿Te imaginas un “cristianismo” sin Encarnación?

         ¿Cómo hubiera sido una fe “cristiana” en la que toda la construcción de fe fuera la misma, solo que la Encarnación no se hubiera anunciado y no se hubiera producido? Me puse darle vueltas a la hipótesis de que Dios nunca hubiera anunciado la venida de un Mesías, sino la manifestación definitiva que culminaría todas las teofanías anteriores.

         En el año 30, Dios, llamándolos como a Samuel o Ezequiel u otros, podría haber reunido un grupo de cuarenta profetas de todas las tierras de Israel. Estos podrían haber vivido, en un desierto, dedicados a la oración y la enseñanza del Espíritu de Dios. El cual con visiones y locuciones les hubiera enseñado las parábolas y todas las enseñanzas teológicas y morales. Les podría haber enseñado con sueños, con visiones, con locuciones. Estas enseñanzas podrían haber estado corroboradas por cinco, por nueve o más compañeros.

La gente habría empezado a acudir a ese lugar a recibir enseñanza. Esos cuarenta sabios, algunas veces, harían milagros como Elías. Otras, otorgarían profecías al que les viniese a consultar.

Al acabar los tres años, tendría lugar la manifestación más grande. Una columna de fuego se manifestaría a las afueras de Jerusalén. Una columna como la que vieron los hebreos en el Éxodo. Desde ese torbellino, la Voz les hablaría a todos los presentes, no solo a los cuarenta elegidos.

Lenguas de fuego se desprenderían y se posarían sobre las cabezas de los profetas, otorgándoles el poder de los siete sacramentos; sobre los cuales, ya habrían sido previamente instruidos.

Al no producirse la Encarnación, no habría sacramento de la Eucaristía. Pero podría continuar el sabat judío, pero transformado en sacramento. Es decir, el pan y el vino no serían la presencia de Cristo, pero si conferiría gracias como alimento espiritual.

La Iglesia comenzaría y tendríamos un Nuevo Testamento con un Evangelio único (un solo libro) donde se narrase la historia, portentos y manifestación final de esos tres años de desvelamiento de los misterios. Ese “Evangelio” sería una obra coral de los cuarenta sabios. Mientras que los continuadores, el siguiente círculo concéntrico de colaboradores, escribirían su versión de Hechos de los Cuarenta Profetas y distintos tratados teológico-sapienciales que glosarían el “Evangelio”. Pudiendo acabar todo con un apocalipsis.

 

¿Para qué reflexionar sobre una hipótesis?

Ojo, esta hipótesis de lo que pudo suceder, de las opciones que tuvo la libertad divina, no la propongo para hacer de menos a la Encarnación. Todo lo contrario. Reflexionando teológicamente sobre un cristianismo sin Cristo nos damos cuenta de que lo mejor fue la Encarnación. Fue la opción más generosa por parte de Dios.

Además, los cristianos no solo creemos en la Encarnación in genere, sino que creemos en la Encarnación con todas sus circunstancias. Dios fue optando por las opciones que mejor mostraran su exceso de amor. La misma Encarnación podría haberse producido en circunstancias muy distintas. Podría haberse encarnado en una poderosa familia sacerdotal, nacer en un palacio, etc.

 

Otra posibilidad

Otra versión de esa hipótesis de un “cristianismo” sin Encarnación podría haber sido que el Espíritu hubiera escogido a los Doce Apóstoles en vez de a cuarenta profetas. Y que los Doce, instruidos del modo que he dicho, directamente por un “Dios no encarnado”, hubieran hecho lo que hicieron los Doce en nuestros Hechos de los Apóstoles. Incluso los libros del Nuevo Testamento podrían haber sido exactamente los mismos (el mismo contenido, hasta los mismos títulos), solo que sin referencia alguna a Cristo, sino solo a la Gran Manifestación, aquella que les otorgaría el poder de los sacramentos. También habría existido san Pablo y con los mismos viajes.

Tanto en la primera hipótesis como en la segunda, en ambas, les habría revelado la existencia de la Trinidad, la Iglesia existiría con la misma organización eclesiástica. Incluso podría haber existido Judas Iscariote traicionando el mensaje de los cuarenta profetas o de los Doce Apóstoles, poniéndose al servicio de la casta sacerdotal que no aceptaría ese cambio de cosas. La división entre el Templo y los “cristianos” hubiera podido seguir el mismo curso que, de hecho, ha tenido.

También podría haber existido María, como Vaso Espiritual, pero sin producirse nunca el anuncio del ángel; hubiera podido existir con su total entrega y su total amor a Dios, como la última perfecta Judit y la última consumada Ester, la mujer del Cantar de los Cantares, pero sin Cristo.

         Si valoramos todas las opciones, si las ponderamos con toda la seriedad que merecen, se observa que de todas las opciones la que mejor manifiesta el amor divino es la de la Encarnación. No es una opción más, es la mejor; la que más nos mueve a la conversión y a la santificación. Sin pasar por la Pasión y Resurrección, las virtudes de María al no ser probadas hasta el heroísmo del Calvario, podría haber estado llena de gracia, pero sus virtudes quizá no hubieran llegado a la cima que llegaron. La Encarnación santificó a María. Y mucho más quedó santificada con el horno de sufrimiento final, la Pasión de Cristo.

         Por supuesto que la Redención en la Cruz no se hubiera producido. Pero Dios podía haber dispuesto su perdón por otro medio; incluso con su mera voluntad, proclamando un supremo año jubilar.

lunes, febrero 15, 2021

Más sobre audiolibros

 

Este post es una añadidura al post de abajo. Yo dedico mucho tiempo a los libros. Y una forma habitual que tengo de “leer” son los audiolibros. Un audiolibro, de ninguna manera, lo considero una forma menor de “lectura”, permítaseme la expresión.

Para mí la lectura añade matices al texto neutro. Me apasiona mucho más la versión oral que hay del magistral libro Pedro Páramo de Juan Rulfo que la obra meramente escrita:

https://www.youtube.com/watch?v=qpmRmJflhLM

Esta lectura es formidable. Todo el rato añade tonos. La versión oral enrique el texto.

Dígase lo mismo de los textos de Rayuela de Cortázar. Los textos leídos por él nos dan el sentimiento exacto de las palabras escritas.

También me han dicho varios lectores, a lo largo de los años, que tras escucharme en alguna conferencia, leyeron tal o cual libro de mi autoría imaginándolo con mi voz, con mi velocidad de lectura, con los dejes de mi dicción. Leída así una obra adquiere un sabor propio.

Así que el audiolibro de ningún modo me parece un modo menor para adentrarse en un libro. Yo lo uso como método de "lectura" todos los días desde hace muchos años. Varias larguísimas novelas las he escuchado de esta manera desde principio a fin.

Audiolibros, otra forma de leer

 


Un estudiante de filosofía de Mendoza (Argentina), llamado Adrián González, ha realizado un audiolibro de Historia del mundo angélico. Aquí os pongo el link:

https://www.youtube.com/watch?v=mOYsxUpvBA8

Como las palabras que me ha enviado eran un poco extensas, las he colocado en el primero de los comentarios del post de hoy. Me ha alegrado saber que la lectura de mis obras le animó a estudiar filosofía.

domingo, febrero 14, 2021

El imperio de la ley es el gobierno de la razón

 

No he dicho nada sobre el impeachment de Trump. Estas grandes cuestiones jurídicas son apasionantes. En este caso, el juicio tiene que ver con la ley y la moralidad. No es un caso en el que un santo Tomás de Aquino o un san Alfonso María de Ligorio puedan decir: “No tengo nada que decir”.

En mi opinión, Trump fue moralmente responsable de la muerte de las cinco personas que perdieron su vida. Era algo previsible. Tan previsible que lo advertí varias veces antes de que sucediera.

Ahora bien, sin ninguna duda, Trump no era legalmente responsable. Él nunca incitó a que nadie hiciera algo ilegal. Un juez debe basarse en lo objetivo. De acuerdo a la letra de la ley, él no hizo nada ilegal. Y el juez debe juzgarle según la ley.

Yo hubiera votado por la inocencia de Trump.

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¿Y qué puede hacer la democracia si Trump vuelve a presentarse a las elecciones? Pues darle toda la protección de la ley para que él pueda presentarse con las mismas posibilidades que los demás candidatos. El sistema tiene que ser imparcial. Es el Pueblo el que escoge a quien quiere.

Hay que defender al 100% el derecho del ciudadano Trump para ser escogido. Así es la democracia. Mientras él no quebrante la ley, tiene todo el derecho a presentarse y ser elegido.

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Y si, una vez elegido, yo me encontrase con él en una recepción, en un acto social, lo saludaría con todo respeto. Porque sería una autoridad. Y respetar a las autoridades es un modo de respetar a la nación. Respetar a los representantes de la nación es un modo de salvaguardar el orden. Lo haría con él y con mi presidente, el de España. 

Lo haría con un presidente de comunidad autónoma y con un alcalde. Hay que respetar a las autoridades. Hay ciudadanos que, dentro de su cabeza, viven en una eterna campaña electoral, en un debate a voces que dura todo el año.

sábado, febrero 13, 2021

Caridad y estética

 

Karina, no conocía el vídeo que has mencionado sobre la boda real que él presidió. Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices en los comentarios y el vídeo me ha gustado mucho:

https://www.youtube.com/watch?v=-8msHZ8wI7Y&feature=youtu.be

Muchas de las “tonterías” de las que hablo en mi blog tienen que ver con esa conveniencia de que las cosas se hagan con más elegancia, con más estética. Ciertamente ese buen hacer se encuentra en parte de la Iglesia Anglicana (no en toda ella) y en parte de la Iglesia Católica (no en toda ella).

Pero sí que suele ser una nota distintiva de la Iglesia Anglicana: la elegancia. Y siempre lo he admirado.

Siempre me ha provocado una sonrisa y mi silencio conmiserativo cuando algún católico (fiel o sacerdote) ha zanjado estos temas con lo de siempre: “Esas cosas a Jesús no le importan”. “Eso son tonterías”. Ah, y la frase-estrella que vale para todo: “Lo importante es la caridad”.

Esta última frase vale para todo. No importa que te salga mal una tortilla o llegues tarde a una cita o una película religiosa sea aburridísima.

No importa que financies una película religiosa o pagues la construcción de un nuevo templo parroquial. Si alguien te señala algún error (o que todo es un perfecto desastre), siempre le puedes decir: “Tonterías. All you need is love”.

viernes, febrero 12, 2021

Las lecturas acaban formando un itinerario


Los post de los últimos días se basan en este vídeo:

https://www.youtube.com/watch?v=e2aUvhfWM3w&t=396s

Este vídeo me parece fascinante. Mi dedicación a la teología no le llega ni al tobillo a este arzobispo emérito. Eso sí que es dedicarse a la teología toda una vida. Pero ver ese vídeo me animó a explicar mi pequeño itinerario.

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Por acabar el tema que comencé hace dos días, mi evolución teológica, diré algo más. Buena parte de mi vida me basé en santo Tomás de Aquino y Michael Schmaus. Por supuesto que estos fueron dos pilares esenciales a cuyo alrededor había otros muros, columnas y contrafuertes: Royo-Marín, Prummer, Nolding, Dentzinger y los manuales de la universidad. Su manual de metafísica tuvo una influencia profundísima hasta el día de hoy.

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Hice la licenciatura en teología, pero en medio de mucho trabajo como párroco. No solo no disponía de tiempo para dedicarme a descubrir nuevas regiones teológicas, sino que, además, todavía no era yo muy maduro. No aproveché la oportunidad que esos profesores me brindaron. Pero, insisto, no era solo la falta de tiempo, también fue una clara falta de disposición por mi parte. Tampoco debo ser muy duro conmigo mismo. Creo que buena parte de mis compañeros, no todos, estaban en la misma situación que yo.

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La teología no avanzó en mi mente absolutamente nada durante los años siguientes. Leía espiritualidad: Relatos de un peregrino ruso, Filocalia, La Parábola del Hijo Pródigo. Pero no leía teología. Varias veces intenté adentrarme en las obras patrísticas. Pero reconozco que, por más que lo intenté, no suscitaron mi interés.

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Durante el doctorado en Roma, descubrí la teología centroeuropea del posconcilio. Todo un descubrimiento. También todas las obras académicas de autores protestantes. Todo esto me abrió horizontes insospechados. Roma también supuso el descubrimiento de las Sagradas Escrituras. Las llevaba leyendo desde mi primer año de seminario, pero ahora aparecían con un fulgor deslumbrante, como sorprendente fuente de teología.

jueves, febrero 11, 2021

Aquellos años en que estuve en el horno teológico, cociéndose mi masa: mis cinco años de seminario

 

Me gustaría completar lo que dije ayer sobre mi itinerario. Mis cinco años de estudios en Pamplona estaban divididos en dos bachilleratos: el de filosofía y el de teología. Esta división se llevaba a cabo de un modo que considero que estaba desorientado. Esa división conllevaba un aislamiento entre esas dos ramas, la filosófica y la teológica. Lo que debería haber sido una unión armoniosa, un diálogo entre ambas, de hecho, era un aislamiento entre las dos.

¿Todos los profesores obraron así? No, hubo unas cuantas excepciones. Hubo unos pocos profesores que explicaban la filosofía no de un modo árido y seco, desconectado del conjunto teológico, sino en armonía con la construcción entera de la Ciencia de Dios. Pero fueron pocos, solían ser los más ancianos y gozaban de un gran reconocimiento por parte de los alumnos. El profesor joven piensa que cuanto más árida sea una clase es que es las está dando de un modo más serio. Teníamos muchos profesores jóvenes.

Al estudiar la teología, los apuntes y el manual se convertían en un obstáculo, en un muro, para leer a otros autores. La presión memorística era tan grande que uno no se podía permitir hacer “excursiones” por otras obras.

Tuvimos cinco años para estudiar. Pero no nos engañemos, el sistema encajonaba a los alumnos sin dejarlos salir fuera de la memorización de los apuntes.

Una cosa que hubiera sido muy útil habría sido conversar, debatir, dialogar entre nosotros sobre lo que leíamos. Eso no sucedía nunca. En clase hablaba el profesor. O, mejor dicho, dictaba el profesor. Por lo tanto, pasábamos del dictado a la memorización, de la memorización al dictado. Entre medio, había unos pocos momentos en que se podían hacer preguntas al profesor. Pero pocas, porque el profesor siempre insistía en que había que seguir adelante, en que había que acabar el programa.

De las partes que mejor me acuerdo de esos años, fue precisamente de aquellas en que hubo discusión, preguntas, diálogo. Pero eso, en clase, se consideraba una distracción, un detenimiento del curso de la clase.

Las peores de todas las asignaturas eran las de Sagrada Escritura. Los profesores se centraban en todo lo más tedioso y aburrido del Antiguo y el Nuevo Testamento. A nadie le gustaban. Por supuesto que esas clases acerca de la tradición eloista o del estudio formal de distintos papiros y asuntos similares no nos preparaban para nada en orden a las preguntas que nos iban a formular los feligreses, tampoco en las cuestiones que nos surgían al leer la Biblia.

En esa época, por supuesto, no se estudiaba el contenido de los libros sagrados. Todo el interés se centraba en las cuestiones formales, en las teorías acerca de la composición textual y cosas similares.

De todos los profesores, sin ninguna duda, mi favorito fue don José Guerra Campos. En eso también había unanimidad. Don José no tendría que haber enseñado Filosofía de la religión, sino que tendría que haber enseñado a los profesores cómo enseñar.

Tuve otros buenos profesores, como excepción, mencionaré a don Mariano Artigas, pero a nadie más para no ser injusto en mis olvidos.

En definitiva, en plena década de los 80, allí y en casi todas partes, la pedagogía teológica seguía los métodos del siglo XIX. Un profesor podía saber mucha escatología o mucha ética o mucha teodicea, pero no entendía que hubiera ninguna necesidad de saber algo de pedagogía. Hoy día, os puedo asegurar que se sigue enseñando al viejo estilo, en muchos lugares.

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Hablando de profesores de seminario, vas a dos lugares y en los dos pides pizza. Qué diferencia hay, a veces, de una pizza a otra.

Y lo mismo con la tarta de queso.

miércoles, febrero 10, 2021

Aunque suene pretencioso, unas palabras acerca de mi evolución teológica

 

Un amigo mío de Estados Unidos, una de las personas que mejor conoce la demonología contemporánea y pretérita, me ha animado a que, en mis memorias, pergeñe mi autobiografía intelectual. Este amigo es el que mejor conoce en el mundo, no exagero, la evolución de mi pensamiento. Nos encontramos en los extensos prados de la letra impresa, hace tantos años. Y nadie como él ha diseccionado mis obras.

A pesar de que aquellos puntos en los que he evolucionado, aparecen patentes en mis ocho libros sobre el demonio si se leen por orden, me animo a decir lo poco que se puede decir. Mi escritura comenzó con lo fenomenológico para ir decantándose hacia lo esencial. De los hechos particulares, fui pasando a buscar más y más la esencia de cada campo que componía la demonología. Mi tesis de licenciatura era una recolección de datos bíblicos, teológicos, experienciales; organizándolos y acompañándolos de un natural deseo de entender.

Summa D. organizaba más toda la materia y hacía un mayor esfuerzo por reflexionar en cada campo tratado. En Exorcística, ya se nota que intento penetrar lo que subyace en la esencia de la posesión, lo cual lleva a un mejor entendimiento de qué es el exorcismo. Si se comprende mejor cuál es el núcleo fundamental de la posesión, se entenderá más adecuadamente qué es lo sustancial en el exorcismo y eso tendrá ramificaciones concretas. Sí, ese esfuerzo, ese intento, ya está presente en esa obra.

Si dejamos aparte obras mías especializadas como Enoc y los nefilim o El exorcismo magno, los siguientes títulos seguirán por ese camino. No solo eso, cada vez me intereso más por el infierno. Cada vez me intereso más, dentro del campo del infierno, por profundizar en la esencia de la condenación. Cada vez mi escritura se basa más en la metafísica.

Las tres últimas obras mías, la trilogía sobre Dios, suponen una progresión patente: una progresión de mi entender la condenación. No es una trilogía que complete; no se expande para nada. Al revés, el discurso se va metiendo cada vez más adentro del abismo central.

Entender que el mejor modo de comprender qué es el infierno era a través de la vida intratrinitaria de Dios fue para mí un inmenso, colosal, descubrimiento que me sorprendió. Siempre había dicho, en mis conferencias, que el mejor modo de comprender el Mal era a través del Bien. Pero ni se me pasó por la cabeza que era el primer Misterio el que alumbraba el otro misterio. Si bien, las ideas van concretándose en Historia del mundo angélico. Y más todavía en Las corrientes que riegan los cielos. Finalmente, mi ensayo sobre el infierno, la obra final de la colección, lleva a término cualquiera de las conclusiones comenzadas a atisbar en las obras precedentes.

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Sea dicho de paso, en cuanto a mi proceder literario, considero que mi mejor novela, la más acabada, la que formalmente es más perfecta en su escritura, es Cuando amanezca la ira.

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Otra cosa, mi evolución sobre el exorcismo está expresada en el primer capítulo de Exorcística. Después de ese capítulo de conclusiones, ya no he añadido al tema más que detalles.

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Ralph lo haría bastante bien. Creo que el bipartidismo nos lleva a que amemos a los Ralphs.