Ayer hablé del exorcismo
magno. Alguna persona me ha preguntado –es una cuestión muy interesante— si los
laicos no podrían hacer algo parecido. Vamos a ver, si en muchísimos lugares
los sacerdotes ya tienen grandísimos problemas para ejercer su poder
exorcístico, ¿qué reacción episcopal no provocaría el que los laicos se
reunieran para tratar de orar a Dios para que les proteja contra los poderes de
las tinieblas?
A eso se añade otro
problema, los visionarios, los laicos más exaltados, serían los primeros en
trabajar incansablemente para congregar grupos de los que ser el centro.
Por eso, resulta
preferible que allí donde haya un buen y prudente exorcista organice un grupo
de laicos que le ayude en sus exorcismos. Después, ese grupo puede también orar
(bajo su supervisión) por la diócesis en general o la Iglesia.
En mi segunda parroquia, durante
años, una vez a la semana teníamos un grupo de laicos, un maravilloso grupo de
laicos, llenos de fervor. Ellos rezaban el rosario mientras yo bajaba a la
cripta para exorcizar a los poderes infernales en general. Yo me unía a los laicos
al principio, arriba, después ellos seguían orando, mientras yo bajaba y a solas
hacía tal cosa.
Las personas que dirigían
la oración en la iglesia de arriba lo hacían con experiencia (eran
colaboradores míos) y con prudencia, solo se dirigían a Dios en sus oraciones,
solo pedían intercesión a la Virgen María, a san Miguel, a los ángeles y a los
santos. Nunca hacían nada raro. Nunca exorcizaban al demonio ni se dirigían a
él para nada.
Sí, yo he visto cuánto
bien pueden hacer los laicos en esta lucha contra el demonio. Tantas veces un
laico es más santo, más ascético, que el sacerdote. Pero no animo a la
formación de grupos de laicos por su cuenta y riesgo, porque la experiencia
demuestra que estas cosas suelen ser puestas en práctica, muy a menudo, por los
más fanáticos y los más amantes del protagonismo. Otra cosa muy distinta es es
un grupo que colabora con un exorcista nombrado por el obispo, el cual presbítero
supervisa al grupo.