martes, diciembre 15, 2020

Brannagh 2017 vs. Lumet 1974

 



Hoy he acabado de ver Asesinato en el Orient Express, versión de 2017. A esta película, la llamaré Branagh 2017 (por su director) para distinguirla de la misma película dirigida por Lumet en 1974, a la que llamaré Lumet 1974.

Concuerdo con lo que escribe Jordi Batlle sobre Branagh 2017:

La distinción y la elegancia de los señoriales vagones y del vestuario siguen siendo un placer para nuestros agradecidos ojos en esta adaptación acaso innecesaria...

Y concuerdo con lo que escribe Diana Mangas:

Asesinato en el Orient Express (2017) es una burda caricatura de su propia historia. Una película sin alma ni carisma. Carente de cualquier aliciente más allá de ver a sus mil y una caras conocidas pasearse por escena sin ton ni son.

Uno tiene razón en lo del placer de los ojos y la otra tiene razón en lo que es una película sin alma.

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Yo (Fortea) me pasé toda la película fantaseando que, como todos conocíamos la primera película, Branagh nos sorprendería con un final absolutamente inesperado. Me esperaba una reformulación de la historia, una reescritura que jugase con el público.

Pero no. No hay nada de nada de eso. ¡Pero nada!

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Aquí podéis ver los dos trailers. La antigua de 1974:

https://www.youtube.com/watch?v=kjSN6hmg2UY

La nueva:

https://www.youtube.com/watch?v=_IHYD2bqnCU

No os dejéis engañar por un trailer impecable de Branagh 2017 que promete mucho: porque, al final, no da nada.

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Creo que yo podría escribir un guion para una película que se ambientara exactamente en ese escenario de Branagh 2017. Un Orient Express en el que viaja pocos pasajeros:

--Un alemán anciano, retirado, en viaje de placer, acompañado de su impecable y encantador secretario.

--Un argentino, médico, administrador de un hospital.

--Un norteamericano de apellido Burke, sonriente pasajero con un deje de nostalgia, pero contador de chistes.

--Un tal Schneider, polaco, atildado, elegante, con misteriosas intenciones.

--Alguien que, por ejemplo, se llama Reinhard Marx y que lee la novela Las sandalias del pescador.

--Un australiano que regresa a su tierra, vía París, con un injusto paso por una prisión.

--Un francés con apellido Lefevbre, poco hablador.

--Un mayordomo llamado Paolo Gabriele.

--Un revisor de apellido Viganó.

Con estos mimbres, ya tenemos la cesta. Ahora bien, salvo que yo quisiera hundirme a mí mismo como el Titanic, solo filmaría esta película si su productora fuera una sola: el Vaticano.