Ayer hablaba
de la democracia. Lo curioso es que Nerón era tremendamente popular entre sus
súbditos. Además, no fue nada ofensivo con otras naciones; a diferencia de
otros emperadores “buenos” que se dedicaron a la conquista de un modo
cruelmente premeditado. Musolini tampoco quería ir a la guerra en Europa. Podríamos
revisar virtudes y defectos de esos dos pésimos gobernantes. En cualquier caso,
las personas se equivocan, las masas también. ¿Las masas se equivocan menos que
las personas?
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La democracia,
no nos engañemos, solo ofrece un sistema de sucesión en
el poder. El mito de un Pueblo sano, noble, que sabrá escoger lo mejor es una
leyenda bonita, pero solo eso.
Sin
separación de poderes, la sucesión se termina; aunque sigamos con el rito de echar una papeleta en una caja.
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Para nada puedo
hacer una defensa del sistema auténticamente monárquico. Si los súbditos han de
obedecer, se debe llegar a un acuerdo, a un consentimiento: eso es la
democracia. Por eso soy demócrata.
Pero la democracia, de por sí, no otorga la libertad. Es la separación de poderes la que la mantiene.
El cambio que
se plantea ahora, en España, para la elección de Consejo del Poder Judicial, supone
una verdadera brecha en la muralla de nuestras libertades. ¡Era el único Poder,
hasta ahora, separado de la apisonadora congreso-senado!
Lo que pasa
ahora, es lógico, antes o después, sabíamos que iba a pasar. El camino puede
ser ilícito, pero sí que sigue una lógica implacable.
Ya sentimos el
eco del futuro, el eco de las botas antifascistas. No será solo España. Más
países seguirán el camino del autoritarismo. ¿Por qué? Por el cambio de esquema
económico que comenzó con la deslocalización y se consumó con China. El cambio
de esquema económico, no nos engañemos, supone un cambio social que, precisamente,
no va a ser lento.
Cada vez son
más empresarios que, en voz alta, dicen que el único camino por el que puede
sobrevivir la economía de Europa radica en una sinificación. “O transformamos
la economía según el modelo chino o no hay forma de competir”. De hecho, aunque
la gente no lo sepa, la relación entre obreros y empresarios hoy día no tiene
nada que ver con los años 70 y 80. Ni aquí en España ni en Estados Unidos.
Creedme,
Erdogán, Putín, Xi Jinpin, son el futuro. Sé que parece que exagero. Pero también
a muchos les hubiera parecido que yo exageraba si hace años yo les hubiera
dicho que los jueces en España los escogería el partido gobernante sin consenso
con los demás.
Todos sentimos
algo en el ambiente. Esa sensación de cambio de época. El ozono antes de la
tormenta. No va a ser en un año ni en dos. Pero, dentro de diez años, sí que
habrá un nuevo orden. Muchos elementos ideológicos ya están presentes. Su aglutinación
es lo que conformará una nueva ideología. Entonces, con una reluciente y
novedosa ideología, con un gran cambio social, sí que se establecerá ese nuevo
orden.