domingo, enero 23, 2022

Dr. Putingstone, I suppose

 

Si el presidente Putin solicitara una visita, soy de la opinión de que convendría concedérsela sin la menor duda. El papa debe recibir a los monstruos. Todo sacerdote, sobre todo, debe hablar a los pecadores. Y cuanto más pecador sea alguien más razón hay para hablar con él.

 Si se puede hacer algo para bien de los oprimidos, hay que recibir a este tipo de personas. Por supuesto que aconsejaría no sonreírle ni un leve segundo. Lo puede recibir con la cara con que Juan Pablo II recibió a Castro en el Vaticano.

En el caso de Putin tendría yo que hacer inmensos esfuerzos para no lavarme la mano tras estrechársela; y lavármela frotando bien. Esas manos que invisiblemente escurren sangre. En el caso de Maduro iría directamente a la bañera y restregando bien hasta la espalda con un rascador de esos con mango.

Post Data: Para que veáis que no estoy siempre barriendo para casa, reconozco que en la foto de hoy los dos salen con una mirada que parece sacada de una cumbre de villanos. Es una foto en la que parece que Putin tenga un puñal escondido en la espalda y el papa oculte una daga también en la espalda.

No sé, tal vez las cámaras de hoy tengan un filtro que sea la opción “mirada maligna”. Con un anfitrión con cualquiera de esas miradas, el té me lo tomaría en casa por si acaso.