Me he enterado de que han erigido
una nueva diócesis en Ecuador. Eso significa que con el paso del tiempo, sin
prisa, habrá que construir una catedral, una curia diocesana y una residencia episcopal.
Me parece una ocasión muy adecuada para sugerir mi proyecto de la Catedral de San
Abán; eso sí, adaptada la idea original al tamaño de una ciudad de 65 000
habitantes y sus posibilidades económicas. (Para los no habituales de este blog, mi libro La Catedral de San Abán explica toda la construcción con detalle y con dibujos y planos. Pero es una idea solo realizable por una diócesis con el poder económico de la Iglesia estadounidense o parecida a esta.)
En el caso de una pequeña ciudad con emplazamiento ecuatorial, yo sugeriría construir una nave
industrial de cien metros de longitud, de planta rectangular. Con pilares circulares
para que asemejen a las columnas finas de madera de algunas catedrales
coloniales. La altura podría ser de nueve metros hasta el techo.
Construir esta nave industrial,
sencilla, desnuda, no sería un gasto notable. Además, se puede construir la
mitad o una tercera parte y añadir el resto por fases. Con un altar bello y un retablo
la catedral podría comenzar a funcionar.
Todo en la catedral sería de estilo
colonial ecuatoriano. Aunque, personalmente, creo que se podrían hacer
añadiduras de estilo cuzqueño; un estilo excelente que estaría en consonancia. Todas
las imágenes, pinturas y retablos deberán seguir férreamente una unidad
estética, en este caso el arte colonial ecuatorial.
Para que el templo no parezca vacío,
pronto se podría añadir (dentro de la nave industrial) unas paredes que
separaran una capilla para las misas de diario. Así los fieles podrán estar
congregados y no dispersos en un templo tan amplio. Solo sería necesario
levantar dos paredes sin llegar al techo. Dos paredes para que la capilla
estuviera abierta al resto del interior del templo.
Pronto se podrán erigir algunas paredes
más para separar una o dos capillas más para los sepulcros: bien en urnas para
las cenizas, en cajas para los huesos, o bien féretros metálicos soldados para
que no haya problemas sanitarios.
Se favorecerá que si un movimiento (Opus
Dei, Comunión y Liberación o cualquier otro) quiere construir una capilla pueda
hacerlo, para así lograr que en la catedral pronto haya al menos siete
capillas. La propiedad de esas capillas seguiría siendo de la catedral.
Incluso si una familia quiere construirse
una capilla para sus difuntos se le permitirá con la condición de que la estética
siga la línea del proyecto general y que esa capilla pueda usarse con libertad
para el culto de la catedral. Cualquier añadidura deberá ser aprobada por la comisión
encargada de que la catedral no se desvíe de la estética elegida.
Estas capillas familiares por
supuesto tendrán un límite. Unas cuantas embellecerán la catedral, pero muchas
la invadirían. Y por supuesto que la propiedad seguiría siendo de la catedral. Pero
con estos permisos todos saldrían ganando: tanto la familia como el templo que
cada vez ganaría en belleza y armoniosa complejidad.
El techo plano de la catedral podrá
cubrirse con artesonados. En el techo se abrirán, de forma regular, cada cierto
trecho, lucernarios para que entre la luz. En un lugar tan luminoso como
Ecuador el interior de la catedral debe ser un lugar de penumbra. Una penumbra
que lleve al recogimiento y la meditación. Si el templo está en penumbra, los
haces de luz entrarán rotundos, nítidos, en el interior.
Adosada a esta nave industrial se
construirá una sencilla residencia episcopal, lo cual no implicará menos de siete
habitaciones: cocina, dormitorio del obispo, del secretario, despacho, salón de
estar. Si algún obispo quiere una capilla privada, puede tener una puerta por
la que acceder a una pequeña capilla en el interior de la catedral. La cual
puede estar abierta a los fieles durante buena parte del día, mientras él no
quiera disfrutar de cierta intimidad. La residencia y esa capilla estarán pared
con pared.
La curia diocesana puede comenzar
siendo muy pequeña, unas diez habitaciones. Se puede colocar la curia en una
sola planta y encima la residencia episcopal. Así no tendrán que usar casi
escaleras quienes estén en una u otra planta.
Ese edificio conjunto (curia y
residencia episcopal) puede tener solo dos niveles de altura. Aunque aconsejo
que ya desde el principio el edificio adosado a la catedral tenga la misma
altura que el templo: tres pisos. Los pasillos de estas plantas darán a la
pared de la catedral. Las ventanas de este edificio darán al exterior.
La idea es que posteriores
ampliaciones vayan adosándose a la catedral (una nave industrial) hasta abrazarla
por entero: asilo para sacerdotes mayores, uno o dos conventos. Un asilo para laicos
ancianos no solo sería una obra de caridad, también podrían participar
activamente en el culto en muy distintos ministerios, sobre todo la liturgia de
las horas.
Un jardín rodeará la catedral y edificios
que abrazan formando un rectángulo. Lo ideal es que el entero complejo sea un
rectángulo de 300 metros de longitud. Pienso en un paseo central, amplio, que recorra
una vegetación espontánea entre la tapia exterior y los muros de los edificios
adosados a la catedral.
Como se ve, he adaptado el ambicioso
proyecto de la Catedral de San Abán a una ciudad pequeña, de crecimiento lento.
Aun así conviene construirlo pegado a la ciudad, pero a las afueras; así el
precio del terreno no será prohibitivo y habrá espacio para ese rectángulo de
300 metros de longitud. La ciudad crecerá y acabará rodeando la catedral con
viviendas. Conviene hablar con las autoridades municipales para hacer un reordenamiento
urbanístico, haciéndoles entender que una catedral en una ciudad de 65 000
habitantes se convertirá en el gran símbolo de la ciudad y en su mayor atracción
turística: un proyecto para ser completado durante un par de generaciones.
Si hay una residencia de ancianos laicos,
se les puede organizar a los que puedan andar para que participen en el rezo de
las horas canónicas; podrían vestirse con alguna vestidura que dignifique
todavía más su presencia. Entre esos laicos, el convento de religiosas y los
sacerdotes que trabajan en el obispado, se pueden rezar todas las horas y de
forma muy digna.
Cuando ya haya más de siete capillas,
las misas de diario pueden ser celebradas cada semana en una de ellas, pasando
a la otra semana a la siguiente capilla. Una catedral tan amplia para pasear y
con un jardín tan largo para recorrer será un lugar óptimo para tener retiros
espirituales de fin de semana. Con la catedral pegada a la ciudad se les podría
dar la opción de dormir en sus propios hogares a los que lo deseen.
Si se lograra que alguien con conocimientos
artesanales formara a cuatro o cinco personas jubiladas que quisieran trabajar
por amor a Dios en realizar retablos, artesonados y obras similares, se podría
lograr que poco a poco la catedral acabara magníficamente ornamentada. Sería
una obra realizada sin prisa, pero de forma constante.
Lo bueno de un proyecto así es que puede
comenzar construyendo un tercio de la nave industrial que se destinará para
templo. Es decir, un rectángulo de unos 50 metros por 30 metros, que sería la
cabecera del entero templo. Esa pequeña nave con pilares iría rodeada de una
construcción (residencia episcopal y curia) de unas veinte habitaciones. Como se
ve son unas dimensiones y unos gastos completamente asumibles. ¿Quién no puede
construir una pequeña nave industrial con veinte habitaciones alrededor?
Es muy importante una construcción
así para ofrecer de modo visible una idea de unidad al clero y al pueblo fiel. Esa
construcción marcará la idea del comienzo de una nueva época.
Además, el proyecto puede plasmarse
en toda una colección de planos y dibujos que muestren cómo será cada fase de
la construcción y cómo será todo acabado. De manera que todos puedan
ilusionarse con la idea durante varios años antes de poner la primera piedra.