Ayer, después de la cena, paseando por Madrid, hablaba con un amigo ecuatoriano acerca de las bondades de mi sistema de elección continua que explico en Las doradas manzanas de la democracia.
Mi amigo me hizo notar que ese sistema sí que puede ser válido para escoger a los representantes del Pueblo, en el congreso, pero no para escoger a un presidente en unas elecciones presidenciales, porque los que votan el primer año tras la elección de un nuevo presidente no tienen elementos para emitir su voto: lleva demasiado poco tiempo para hacer un juicio de su mandato.
(Hago notar a los lectores de otros países que en España no tenemos elecciones presidenciales. Lo cual es un gran acierto, porque evita la confrontanción continua entre Congreso y Poder Ejecutivo).
Le dije que tenía razón y
que habría que hacer adaptaciones. Mientras iba en el coche, camino de casa,
fui pensando en el tema, y se me ocurrió que la adaptación podría ser esta.
El mandato presidencial es
de cuatro años. El censo electoral se repartiría a lo largo de los dos últimos
años. Cada mes votaría una fracción del censo.
Ecuador tiene un censo de
17 millones. Supongamos que el censo electoral es de 10 millones, probablemente
es superior, pero por hacer cuentas redondas. Eso significaría que cada mes
votarían 400 000 ciudadanos.
Para evitar que unos
siempre voten en el tercer año, cada nuevo mandato, los turnos correrían un
año. De manera que los que votan esta vez en el tercer año de la presidencia,
votarían en el cuarto año en la siguiente votación.
No hace falta decir que
este sistema permite mayor seguridad por parte de las fuerzas del Estado. Evita
que se puedan impugnar las elecciones de toda la nación celebradas en un solo
día. El esfuerzo logístico es 24 veces más pequeño. Se evita la tentación de
tomar medidas electoralistas justo un mes antes de las votaciones. Se evita que
una “noticia bomba” sacada de la chistera justo dos días antes de las
votaciones pueda cambiar completamente el signo de la victoria. Las elecciones
continuas solo tienen ventajas.
Para unas elecciones presidenciales se puede hacer así. Para unas elecciones al congreso no hay problema en que los votantes se repartan durante cuatro años, pues se vota para elegir representantes del Pueblo, no para juzgar el modo en que ha gobernado el Poder Ejecutivo. Además, en cada legislatura, los turnos correrían un año.
Si fuera así, en Ecuador, cada mes votarían 200 000 ciudadanos.
El esfuerzo logístico sería 48 veces más reducido que en la actualidad. En Estados Unidos la tendencia de los últimos años ha sido la de impugnar las elecciones y recurrir en los tribunales esos resultados. Esa tendencia, mucho me temo que va a extenderse a más países.
Este sistema de elección continua evita una enmienda sobre la totalidad. Cualquier impugnación sería solo de las elecciones de un mes, dando tiempo para resolver la cuestión antes de las elecciones del siguiente mes. De manera que el sistema se vuelve más seguro, más sólido.