Debo mencionar la
amabilidad del rector Turull de la Sagrada Familia con una familia que llegó
tarde al tour, que habían pagado, para ver la basílica. Bastó mi palabra para
que él los dejara entrar. Me consta con absoluta seguridad que ellos pagaron
ese tour por Internet. La verdad es que fue muy amable, cuando hay muchísima
gente que se queda cada día sin poder ver ese templo por dentro.
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Es cierto que muchas
iglesias del mundo funcionan como mera atracción turística. ¿Qué se puede
hacer? En muchos casos, la mayoría, hay que reconocer que esos templos se
erigieron para dar cabida a una cantidad de fieles que ya no existen.
Podemos organizar las
cosas como queramos, pero a los espacios de congregación lo que les falta son
creyentes. Y eso no tiene solución. Mejor que esos templos funcionen como museos
arquitectónicos que no que se conviertan en cargas financieras para las
diócesis. Mejor que puedan ser visitados que estar vacíos.
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Lo cual nos lleva a la
constatación de que hay templos vivos y templos museizados. Como ese tipo de
inmensas iglesias suelen estar emplazados en el centro de grandes ciudades, una
fórmula que puede permitir rescatar ese espacio para su uso primigenio es
reservar una hora al final del día, o incluso por la noche, para que personas
creyentes tengan el templo para rezar, adorar, pasear, ellos solos, sin
turistas.
¿Quién va a ir solo a
rezar y nada más que para eso? De esa criba, se pueden encargar los párrocos de
la ciudad. En el caso de la Sagrada Familia, tal vez cada día solo van
cincuenta personas. Pero pasear, orando, por ese espacio, solo con luz natural,
con quietud, sería algo que invitaría mucho a la devoción. Dígase lo mismo si
eso se hace una o dos horas por la noche; por ejemplo, de diez a doce.
Si a eso se añade una
adoración del Santísimo o algún acto parecido, la experiencia puede ser todavía
más enriquecedora. Y si se logra que los fieles que vayan solo vayan a orar,
fácilmente el grupo de los que se trasladen (al menos, una vez a la semana)
puede ir creciendo mes tras mes.
En fin, es una solución
que se me ocurre. Ya sé que hay problemas de seguridad, personas limpiando los
suelos, pero todos esos inconvenientes se pueden solventar.
La museización de un
templo es compatible con que siga siendo un espacio de fe viva.