
Estos días ha salido una notificación de la Conferencia Episcopal respecto al profesor Andrés Torres Queiruga, al que llamaré Queiruga para simplificar. A mí me podéis llamar Forty. Cucurull es otra de las muchas maneras en las que podéis dirigiros a mí. En general, os podéis dirigir a mí de cualquier manera que os entienda que os estáis dirigiendo a mí. Pero esto es una digresión. Todos habéis entendido que se trataba de una digresión. Retornemos al tema: Queiruga.
Ni una mala palabra saldrá de mi boca contra Queiruga. Más que nada porque no le he leído. Aunque eso nunca ha sido obstáculo para mi pluma audaz e inconsciente. Estaría bueno si sólo pudiera criticar aquello que conozco. Que aburrimiento. Pero volvamos a Queiruga. Ved como es este Queiruga que una y otra vez como una anguila trata de escabullírseme de entre las manos. Hace ya tantas líneas que he empezado este post y ya veis, se escurre una y otra vez entre mis manos. Ay, así son todos los Queirugas del mundo.
Pero de nada le valdrán sus falacias o sus inocencias, el post se ocupará de él. Aunque observo ahora con pena que hoy ya se me ha hecho tarde, porque a esta hora me doy mi paseo en mi bicicleta estática. Pero mañana sí. Mañana será otro día. Ahora a mi bicicleta mientras veo ese reportaje sobre el genocidio armenio.