De Jean-Claude Golvin ya
he hablado más veces. Soy un admirador de su obra tan precisa, tan documentada;
tan bella, además. Su trabajo es un ejemplo de amor al detalle. Como me
gustaría que mi novela sobre Pablo hiciera con las palabras lo que él hace con
la pintura.
Las pinturas que he puesto
son ciudades romanas de Argelia, un banquete para los ojos. Sabéis que me gusta
encontrar errores en las reconstrucciones históricas. En las suyas, no
encuentro. Sus dibujos son perfectos.
No hace falta decir que
lograr esas reconstrucciones con ese nivel requiere el trabajo de toda una vida.
He buscado sus dibujos desde hace años no solo por interés histórico, sino con
verdadera delectación.