Siguiendo con el tema de
los dibujos de ayer. Llevo años sumergiéndome en los centenares de pinturas de Jean-Claude
Golvin. Y como decía Lucía: una obra tan perfeccionista procede de un espíritu
perfeccionista. Sí, tienes razón. Ahora me pregunto cómo será su vida cotidiana.
Qué envidia poder dedicar
una vida a una sola obra unitaria, armoniosa, que conforma una unidad, una obra
total compuesta de obras menores.
En el campo de la
teología, existe lo mismo que estos dibujos. Hay maestros detallistas, orfebres
de la creación teológica. Los hay desmañados y pasionales, pero geniales. Los
hay honestos y deshonestos; sí, también hay una teología deshonesta. Una teología
en la que el autor hace “trampas” conceptuales y cuando se las señalan solo
echa tierra encima sin afrontar la cuestión. Los hay famosísimos que no valen
nada. Hay teólogos enciclopédicos, pero que no han añadido ni una línea de
creación: su saber es erudición, síntesis. También hay profesores de teología
que llevan atormentando a sus pobres alumnos promoción tras promoción, sin que
sus jefes (inmersos en su mundo de libros) ni siquiera se percaten de que
hubiera un problema.
Por concretar algo, el protestante
Graham Twelftree fue uno de los autores más respetados y admirados por mí en
los últimos años. Ya he citado más veces mi admiración el ortodoxo Kallistos,
nombrado metropolitano de forma honorífica. No hace falta que vuelva a
mencionar al anglicano Rowan Williams.
Todo esto me hizo
plantearme la posibilidad (en mi libro Colegio de pontífices) la posibilidad
de que en el colegio cardenalicio hubiera la presencia de un cierto número de protestantes
y ortodoxos. Posibilidad que deseché por las razones que expongo en esa obra.
Sea dicho de paso,
algunos católicos no es que no sean ecuménicos, es que no son ecuménicos ni con
los mismos católicos. El ejercicio de la teología requiere de racionalidad, de
flexibilidad, de agilidad. No se puede hacer correr como una gacela a un viejo
de ochenta años con las arterias rígidas por arteriosclerosis. Los viejos fanáticos
tampoco corren como gacelas (en el campo de la teología), son más dados a pontificar
desde la mesa camilla de su salón.
Esa, ciertamente, es otra
vocación: la de laico con vocación pontificia. No faltan laicos con vocación de
maestros que no pudieron dedicarse a la teología, pero que suplen sus carencias
y lagunas con el triunfo de sus firmes voluntades inquisitoriales.
Escuchar a ciertos
autores ortodoxos, anglicanos, profesores evangélicos y otros es un placer,
porque son dibujos detallistas como los del dibujante que he puesto. Pero escuchar
a laicos con frustrada vocación a la Congregación de la Doctrina de la Fe es
caminar en un desierto, de donde nada se puede recoger porque no hay nada que
recoger.
Eso sí, esos páramos
intelectuales son muy proclives a los arbustos espinosos, a las semillas espinosas
y, en general, a todo lo que pinche y hiera. Algunos tienen sus particulares
nidos de víboras, zonas de escorpiones y alacranes.
Sí, esto es propio de los
páramos intelectuales. El veneno y las espinas no son buenos compañeros del
quehacer teológico.
Además, algo que he
comprobado en mis consultas con los “grandes”, cuando he necesitado consultar
algo, es que cuanto más grande es un autor, más accesible, humilde y sencillo
es. Más dispuesto está a ayudarte. Sí, la humildad y la sencillez son buenos
compañeros de viaje para el pensador teológico.
No penséis tampoco que todas
mis piedras van dirigidas a los tradicionalistas neoapocalípticos o a los
visionarios lefebvristas de nuevo cuño. Puedo decir lo mismo de los
relativistas. Nunca un teólogo invertebrado llegará lejos. Se necesita una cierta
consistencia para tener fuerza y saltar y correr. La falta de osamenta lógica,
bíblica, dogmática, de un relativista le incapacita de cualquier cosa que sea
reptar o recorrer pequeñas distancias pseudoteológicas.
Pero si la
invertebración, resulta fatal para el quehacer teológico, tampoco estar dentro
del tradicionalista caparazón tortuguil es la mejor solución. No me gusta ni una babosa relativista ni una tortuga con roquete con puntillas.