Aunque parezca sorprendente por su belleza, por sus tonos, por su atmósfera lo que he puesto arriba es una foto de una ballena, no un cuadro. Qué diferencia hay de una foto a otra foto. ♣
Como predicador hay un
tema del que me gustaría predicar muchísimo más: Dios. Resulta para mí un poco
decepcionante buscar material, esforzarme y darme cuenta de que si yo abro la
boca, me voy a repetir. No hablo de los otros, hablo de mí mismo.
Quizá tenga que ser así,
tenemos que hablar del velo que son las páginas de la Sagrada Escritura. Detrás
de esos versículos está Él, pero solo podemos leer, meditar, orar acerca de esas
palabras.
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Tenemos que conformarnos con
mostrar un poco, poquísimo, acerca de Dios hablando de las leyes del Levítico o
de los cuatro seres angélicos de Ezequiel o de un detalle como el de la mejilla
derecha de un evangelio.
Es cierto que el Misterio
late detrás de esos capítulos, pero querríamos más textos que nos hablaran
directamente de Él, como el texto del Libro de la Sabiduría (hay un Espíritu
inteligente, santo, único…), o el del prólogo de san Juan o que, en el
Apocalipsis, nos habla del Trono de Dios. Pero Dios ha dispuesto la medida
exacta, adecuada, de esos textos bíblicos que nos hablan directamente de Dios.
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Aconsejo a todos los
predicadores que me estén leyendo que prediquen con ternura, que hablen de lo
que hablen intenten reflejar a Dios. No debemos dar por supuesto que reflejamos
el Misterio Divino. Aconsejo que la misma predicación se torne oración y hasta
adoración. ¿Orar mientras se predica? A veces es posible. En ese caso cada
frase debería ser adoración de la Trinidad. Hasta el modo de pronunciar cada
palabra debería ser adoración: sin teatralidades, sin excentricidades, sin
cosas raras, sin énfasis histriónicos. Si adoras, sin hacer nada, ya llevarás a
los demás a la adoración. Lo importante es adorar, de lo demás ya se encargará “el
Adorado”. ¿Cuándo un esposo ama a su esposa, necesita caer en artificios? El
amor se manifestará en la naturalidad.
Predicar es una tarea
inmensa, grandiosa, tan grandiosa como aquello acerca de lo que predicamos.