Aconsejo leer la Biblia
desde el principio hasta el final, por orden, para escuchar toda la Palabra,
toda, entera, sin dejar ni un solo versículo.
Pero este consejo es para
las personas que por su situación espiritual podemos esperar que perseveren.
Normalmente, para el que empieza a orar es mejor aconsejarles que lean el
Evangelio. Allí está lo esencial y es la parte más sencilla. Y la mayoría de
los que comienzan tampoco tendrán tenacidad para leer los cuatro. Si acaban,
que sigan con el resto del Nuevo Testamento.
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Si uno está en la lectura
continua de la Biblia, desde Génesis a Apocalipsis, no pasa nada porque lea
algún libro o varios fuera de ese orden si siente mucho impulso a hacerlo. Pero
lo mejor es apuntar cuáles ha leído para
saltar esos libros cuando llegue a ellos en la lectura continua. De esta manera
no hay problema en leer algunos libros en desorden. A veces da mucho fervor
leer algo en concreto. Hay que seguir los impulsos de la gracia. Lo mejor es
seguir los impulsos del Espíritu. Si uno siente que quiere leer a Habacuc, pues
que lo lea.
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Otro modo de leer los
libros es por orden cronológico. Es decir,
leer a Isaías en el momento del libro de Reyes en que ese profeta habló. Leer
el Eclesiastés en el momento de Crónicas en que se compuso. En mi opinión este
es un modo muy bueno de leer la Biblia, si no fuera porque es un poco
complicado. Resulta más sencillo, en la práctica, tener muy en cuenta la
cronología al empezar a leer un libro. Si enmarcamos temporalmente muy bien un
libro al leerlo, no será necesario seguir la lectura cronológica que es un poco
engorroso.
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No aconsejo proponerse el leer un capítulo al día. Es mejor poner un tiempo mínimo de lectura y detenerse el tiempo que haga falta en el texto que uno está leyendo. Si uno se propone leer un capítulo al día, al final uno no se detiene donde siente que debe detenerse a meditar. Hay pasajes que se pueden leer y releer varios días.
Leer
la Biblia y meditarla y orar con ella es algo que va unido. No tiene sentido
leer y leer, diciéndose a sí mismo: “Ya lo meditaré más tarde. Hoy tengo que
cumplir con la lectura del capítulo entero”. Hay que marcar un tiempo mínimo,
no una extensión. Si uno se detuviera una semana entera en un capítulo, pues
perfecto. Hay textos en los que uno va más rápido, la descripción de una
batalla. Y hay textos (por ejemplo, las cartas de san Pablo) en los que la
lectura se torna más lenta.
Si a uno se le hace muy
cuesta arriba leer los textos densos (profetas, san Pablo) se puede alternar la
lectura de un libro de crónicas (Reyes, Hechos de los Apóstoles, etc.) con la
lectura de un libro denso. Hay personas a los que algunos libros se les hace
muy cuesta arriba, alternar puede ser una buena solución.