Ayer, leí un rato La Regenta.
Día tras día, cuando la leo, me pregunto cómo es posible tal perfección en un
libro. Es una obra que llega a tales niveles de suprema belleza y profundidad
literaria que me parecen casi imposibles. Cada día la obra me deja con la boca
abierta. La estoy disfrutando mucho más ahora que la primera vez que la leí.
Y pensar que el autor
murió con 49 años. Lo que me he enterado hoy es que, durante la guerra civil, el
bando franquista fusiló a su hijo que era socialista. Su padre había fallecido
de tuberculosis intestinal más de treinta años antes, así que no tuvo que ver
tal tragedia. Lo que debe sentir un padre cuando pasan por las armas a su hijo
debe ser imposible de expresar.
Me ha llamado la atención
que el autor de una obra tan hermosa tuviera una vida tan corta y enferma en
sus últimos años.
Por acabar con una nota
humorística, diré que al protagonista, el malvado canónigo, desde que empecé a
leer la novela, le pongo la cara de un cura de mi diócesis que encaja
perfectamente en el físico del personaje y en ciertos aspectos de su maldad.