No me imagino yo así a Jesús. Pero el cuadro está hecho con fe y cariño, y eso se nota.
Hoy he ido con amigo a
visitar el Museo Arqueológico de Madrid. En la tienda de recuerdos, le he
aconsejado que se comprara un casco romano para cuando iba a visitar su
exmujer.
Cuando hemos pasado al
lado de una reproducción del cráneo de un australopithecus le he dicho: ¡Mira,
tu abuelo!
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Sigo leyendo a san
Clemente, papa. Me estoy esforzando por escuchar su palabra como si me imaginar
al Pedro de la película Quo Vadis. La predicación de esa película me
parece una de las mejores que he escuchado en toda mi vida. Su contenido no
tiene nada nuevo, pero es el tono lo que hace de ella algo intenso y formidable.
A ver si logro sacar fruto así de la carta de san Clemente.
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Un tema sobre el que he
meditado a menudo, desde hace varios meses, es el del abuso de la gracia. El
tema consecuente de la condenación eterna ya lo reflexioné mucho para mi libro Las
leyes del infierno. Pero ahora lo que me interesaba era este otro asunto:
el abuso de la gracia por parte del creyente, pero dejando aparte la consecuencia
consumada y final de la condenación. Analizar ese hecho el abuso desde el lado
de Dios. Y, sobre todo, analizar cómo salir de ese círculo
vicioso cuando se ha abusado mucho. Cualquier cosa que podáis decir en
los comentarios os lo agradeceré. Y, sobre todo, versículos que nos ayuden a
entender esta realidad y cómo salir de ese círculo cerrado y cada vez más
cerrado.