Hace unos días hablé del tamaño
de la Iglesia en el primer momento de la Era Apostólica. Puede verse en este
link:
Pero se me pasó mentar una
línea de Hechos de los Apóstoles (Hechos 4, 4), donde se afirma: Pero muchos
de los que escucharon la palabra creyeron, y eran unos 5000. Ese número no
es un número más entre los muchos que se podían haber dado. Mi opinión es que
se dio esa cifra para que tuviéramos una idea general de las dimensiones de la
Iglesia.
Por supuesto que el
versículo no afirma que esos eran todos los bautizados de la Iglesia. Pero sus
dimensiones podían ir de 6000 en el peor de los casos unos 9000 en el mejor.
Esa época parece tan
maravillosa. Con una Iglesia tan pequeña, con todo tan sencillo, con todo tan
espiritual. Es la idea de la infancia. Para mí, fue la época aurea de la
Iglesia. Después se fueron acumulando más desviaciones personales, después se
le fueron añadiendo más complejidades humanas.
La Iglesia nunca podrá
volver a ser esa cosa tan sencilla. Muchas de las complejidades que se
añadieron fueron necesarias. Otras añadiduras fueron fruto de la acción del
Espíritu Santo.
En el fondo, la película La
Misión muestra muy bien esa fe sencilla vivida en una comunidad sencilla,
frente a un cardenal opulento rodeado de boato mundano. No digo que esa película
sea un producto neutro, ciertamente tiene una cierta ideología detrás. Pero es
magistral a la hora de mostrar la realidad de la sencillez divina y la pompa
religioso-humana con la excusa de lo sagrado.
No estoy para nada en contra de la belleza ni de tantas otras cosas. Pero el personaje ficticio de Guillermo de Basquerville podría darnos un sermón sobre el tema de la pureza de la Iglesia. Un sermón que sería distinto del de Jorge de Burgos (el bibliotecario) y, por supuesto, que nada tendría que ver con el de Gui, el inquisidor. Dada la personalidad que se dibuja en ese personaje (el de la película), podemos imaginar su sermón cargado de sentido común y honestidad. El personaje de la novela es un personaje mucho menos neutro ideológicamente que el de la película.
Honestidad y sentido común. Porque he conocido a algún personaje que pasa por un héroe eclesial y yo siempre pienso: "Sí, sí, muy santo, pero, ojalá, que fuera, simplemente, mejor persona".