Había hecho
el más firme propósito de no decir ni una sola palabra acerca de Trump. Pero lo
de ayer... en fin... Me alegro mucho de que una presidencia como la de Trump
acabe solo con cuatro muertos. Dado el carácter lunático de ese presidente, las
cosas lo lógico es que hubieran acabado mucho peor. Entre tantos miles de
exaltados, podía haber habido verdaderos locos que les hubiera dado por
disparar sobre los senadores y congresistas demócratas. Esos locos podían haber
incendiado el edificio del congreso. Las muertes de esas cuatro personas, el
asalto a la sede de la democracia, tienen una relación de causa y efecto con
las decisiones de ese niño enrabietado que es Donald.
Un sujeto tan
inadecuado, tan arrogante, en un puesto como ese, ha sido el espectáculo cómico
de todo el mundo. No es solo la imagen de esa gran nación a la que quiero y
admiro, es a la misma democracia a la que ha dañado. La normal vida democrática
de esa república está gravemente afectada.
Si Trump decidiera no asistir al juramento de su sucesor, sería la mejor noticia. Invitar a Trump sería como invitar a una boda a un familiar beodo que va a avergonzar a todos. No sé de quién depende la organización de la ceremonia de juramento: lo mejor es no invitarle.
Lo de ayer es la previsible guinda final a la presidencia de un sujeto que quería ese puesto a toda costa y que quería seguir allí dijeran lo que dijeran las urnas.