Este viernes santo, tras acabar la liturgia de la Pasión del Señor, he reservado los copones del convento en una estancia del monasterio. Esa pequeña estancia simbolizará la cámara del sepulcro de Cristo. La abadesa no sólo ha cerrado con llave la puerta, sino que también han corrido un gran arcón delante de la puerta simbolizando la piedra que pusieron delante.
Y este año incluso hemos
hecho algo más: hemos sellado la puerta lo mismo que los sacerdotes del Templo sellaron
la piedra del sepulcro. Un cordón va de la puerta a una argolla de la pared, y un
sello une los dos extremos de ese cordón.
No es un sello de lacre, sino uno más
grande de otro material que semeja más los sellos antiguos de la época de Cristo.
Delante de toda la comunidad
en torno a esa puerta, solemnemente he impreso con los moldes metálicos las marcas
claras y nítidas en ambos lados de ese material blando.