En los años 60 y 70, cuando la tormenta de desorientación
doctrinal, de expansión de la herejía, de caos dentro del culto en el Templo de
Dios, llegaron a su cenit, justo es reconocer que el Opus Dei fue un referente
seguro para millones de españoles en cuestiones de fe.
En otros países, la Obra no tenía tanto peso como en
España. Por supuesto que aquí había muchísimas personas individuales tan fieles
como los miembros de la prelatura. Ahora bien, eran personas individuales, normalmente
no organizadas. El Opus Dei sí que estaba organizado y muy bien organizado.
Caso aparte fueron, por supuesto, las diócesis de
Cuenca y Toledo, verdaderos bastiones de la fe. La influencia de los clérigos
de estos dos lugares se hizo notar con fuerza en toda la nación. Hoy día sí que
se puede valorar el peso de estas dos diócesis como semillero de obispos y esparciendo
clero óptimo por toda la nación.
Otros grupos fueron en esta fidelidad y amor a la
oración como la prelatura, pero no contaron con los mismos medios materiales. Por
citar solo dos, Comunión y liberación se centró en las universidades, pero
tenía pocos miembros; y el Camino Neocatecumenal no incidió tanto en el mundo
universitario, sino más en el apostolado con personas desfavorecidas. Otros grupos
todavía eran más locales y no pudieron hacer planes de batalla a nivel
nacional.
El Opus Dei, de modo silencioso, discreto, sin
arrogancia, sin buscar el enfrentamiento, sí que dio luz a muchas almas, formó a
sacerdotes y esparció la buena doctrina. Todavía recuerdo lo mucho que se
rabiaba contra el Opus Dei en los años 80 por parte de los sacerdotes jóvenes
más extremistas. Los que calificaban de “secta” a la prelatura, tuvieron que
aguantarse al tener que escuchar elogio tras elogio del papa Wojtyla. Una y
otra vez, él daba la razón precisamente a lo que ellos decían y la quitaba a
los sembradores de mala doctrina. Hoy día las cosas que se decían entonces, por parte de sus adversarios, suenan ridículas. Costó mucho, pero mucho, salir de aquel mar revuelto de aguas
lodosas.
Doy gracias al Opus Dei por su labor callada, eficaz, siempre constructiva, siempre fijándose en lo positivo, nunca atacando a nadie. La oración, la misa, la devoción a la Virgen... esas fueron las armas. No las necedades ideológicas que escuché de ciertos revolucionarios, de ciertos amantes de las novedades.
Doy gracias al Opus Dei por su labor callada, eficaz, siempre constructiva, siempre fijándose en lo positivo, nunca atacando a nadie. La oración, la misa, la devoción a la Virgen... esas fueron las armas. No las necedades ideológicas que escuché de ciertos revolucionarios, de ciertos amantes de las novedades.
Pero ahora, cuando la paz se había impuesto, me
preocupan ciertas cosas. Yo solo critico a los personajes históricos tras un
paso razonable de tiempo. Como las decisiones de Tarancón hace medio siglo.
Pero también ahora hay decisiones taranconianas aquí y allá. El camino es centrarse
en el bien, no en la crítica. Obedecer, no extender un espíritu de rebeldía. Lo
que tenemos que hacer es hacer bien nuestro trabajo, y no meternos a jueces.
A nadie se le impone qué debe pensar. Pero le pedimos,
en el nombre de Jesús, a todo bautizado, que cubra con un velo la desnudez de
los consagrados cuando toman decisiones eclesiales desacertadas. No estoy pensando ahora en nada en concreto, os lo aseguro. Pero sí que se ven en el horizonte los rumores de venideros conflictos eclesiales. Faltan años, pero ciertas tensiones no se desharán sin un fuerte trueno acompañado de pedrisco. Muchos católicos débiles (plantas débiles) no resistirán la granizada.