domingo, noviembre 18, 2018

Agradecimiento de la iglesia española al Opus Dei



En los años 60 y 70, cuando la tormenta de desorientación doctrinal, de expansión de la herejía, de caos dentro del culto en el Templo de Dios, llegaron a su cenit, justo es reconocer que el Opus Dei fue un referente seguro para millones de españoles en cuestiones de fe.

En otros países, la Obra no tenía tanto peso como en España. Por supuesto que aquí había muchísimas personas individuales tan fieles como los miembros de la prelatura. Ahora bien, eran personas individuales, normalmente no organizadas. El Opus Dei sí que estaba organizado y muy bien organizado.

Caso aparte fueron, por supuesto, las diócesis de Cuenca y Toledo, verdaderos bastiones de la fe. La influencia de los clérigos de estos dos lugares se hizo notar con fuerza en toda la nación. Hoy día sí que se puede valorar el peso de estas dos diócesis como semillero de obispos y esparciendo clero óptimo por toda la nación.

Otros grupos fueron en esta fidelidad y amor a la oración como la prelatura, pero no contaron con los mismos medios materiales. Por citar solo dos, Comunión y liberación se centró en las universidades, pero tenía pocos miembros; y el Camino Neocatecumenal no incidió tanto en el mundo universitario, sino más en el apostolado con personas desfavorecidas. Otros grupos todavía eran más locales y no pudieron hacer planes de batalla a nivel nacional.

El Opus Dei, de modo silencioso, discreto, sin arrogancia, sin buscar el enfrentamiento, sí que dio luz a muchas almas, formó a sacerdotes y esparció la buena doctrina. Todavía recuerdo lo mucho que se rabiaba contra el Opus Dei en los años 80 por parte de los sacerdotes jóvenes más extremistas. Los que calificaban de “secta” a la prelatura, tuvieron que aguantarse al tener que escuchar elogio tras elogio del papa Wojtyla. Una y otra vez, él daba la razón precisamente a lo que ellos decían y la quitaba a los sembradores de mala doctrina. Hoy día las cosas que se decían entonces, por parte de sus adversarios, suenan ridículas. Costó mucho, pero mucho, salir de aquel mar revuelto de aguas lodosas.

Doy gracias al Opus Dei por su labor callada, eficaz, siempre constructiva, siempre fijándose en lo positivo, nunca atacando a nadie. La oración, la misa, la devoción a la Virgen... esas fueron las armas. No las necedades ideológicas que escuché de ciertos revolucionarios, de ciertos amantes de las novedades.

Pero ahora, cuando la paz se había impuesto, me preocupan ciertas cosas. Yo solo critico a los personajes históricos tras un paso razonable de tiempo. Como las decisiones de Tarancón hace medio siglo. Pero también ahora hay decisiones taranconianas aquí y allá. El camino es centrarse en el bien, no en la crítica. Obedecer, no extender un espíritu de rebeldía. Lo que tenemos que hacer es hacer bien nuestro trabajo, y no meternos a jueces.

A nadie se le impone qué debe pensar. Pero le pedimos, en el nombre de Jesús, a todo bautizado, que cubra con un velo la desnudez de los consagrados cuando toman decisiones eclesiales desacertadas. No estoy pensando ahora en nada en concreto, os lo aseguro. Pero sí que se ven en el horizonte los rumores de venideros conflictos eclesiales. Faltan años, pero ciertas tensiones no se desharán sin un fuerte trueno acompañado de pedrisco. Muchos católicos débiles (plantas débiles) no resistirán la granizada.