Hoy, Viernes Santo, ha sido un día de lo más
espiritual. Solo he tenido un propósito en esta jornada, un propósito sencillo:
estar con Jesús. Es decir, acompañarle físicamente en su recorrido durante la
Pasión.
He estado delante del monumento parte de la mañana y
parte de la tarde. También he meditado acerca de su sepultura quedándome un
rato en la iglesia con el sagrario vacío.
La Oficio de la Pasión lo he vivido muy
concentradamente, porque había muy poquita gente en el convento. Y es que hoy,
en Madrid, ha sido un día muy frío y lluvioso, casi no ha parado de llover en
todo el día. El estar poca gente, pero muy espiritual, me ha ayudado a vivir la
ceremonia de un modo más interno.
Como todos los años, hemos dejado la Eucaristía sobre
una mesa (símbolo de la “mesa” de la sepultura), cubierta por un velo (símbolo
de la sábana que lo cubrió), se ha cerrado con llave esa habitación del convento
(habitación que simboliza el sepulcro), hemos corrido un baúl delante de la puerta
(que simboliza la piedra) y he sellado la puerta. Hace años mandé hacer un
sello para esta ceremonia.
Qué impresionante en la obra de Valtorta todo el
relato de la sepultura de Cristo, como fue el embalsamamiento, el vendaje de su
cuerpo, las palabras angustiosas de María dentro de ese pequeño habitáculo.
Espero que mañana sábado viva el día como una espera
junto al sepulcro.