Un amigo mío
de Estados Unidos, una de las personas que mejor conoce la demonología contemporánea
y pretérita, me ha animado a que, en mis memorias, pergeñe mi autobiografía
intelectual. Este amigo es el que mejor conoce en el mundo, no exagero, la
evolución de mi pensamiento. Nos encontramos en los extensos prados de la letra
impresa, hace tantos años. Y nadie como él ha diseccionado mis obras.
A pesar de
que aquellos puntos en los que he evolucionado, aparecen patentes en mis ocho
libros sobre el demonio si se leen por orden, me animo a decir lo poco que se
puede decir. Mi escritura comenzó con lo fenomenológico para ir decantándose hacia
lo esencial. De los hechos particulares, fui pasando a buscar más y más la
esencia de cada campo que componía la demonología. Mi tesis de licenciatura era
una recolección de datos bíblicos, teológicos, experienciales; organizándolos y
acompañándolos de un natural deseo de entender.
Summa D. organizaba más toda la materia y hacía un mayor esfuerzo por
reflexionar en cada campo tratado. En Exorcística, ya se nota que
intento penetrar lo que subyace en la esencia de la posesión, lo cual lleva a
un mejor entendimiento de qué es el exorcismo. Si se comprende mejor cuál es el
núcleo fundamental de la posesión, se entenderá más adecuadamente qué es lo
sustancial en el exorcismo y eso tendrá ramificaciones concretas. Sí, ese
esfuerzo, ese intento, ya está presente en esa obra.
Si dejamos
aparte obras mías especializadas como Enoc y los nefilim o El exorcismo
magno, los siguientes títulos seguirán por ese camino. No solo eso, cada
vez me intereso más por el infierno. Cada vez me intereso más, dentro del campo
del infierno, por profundizar en la esencia de la condenación. Cada vez mi
escritura se basa más en la metafísica.
Las tres
últimas obras mías, la trilogía sobre Dios, suponen una progresión patente: una
progresión de mi entender la condenación. No es una trilogía que complete; no
se expande para nada. Al revés, el discurso se va metiendo cada vez más adentro
del abismo central.
Entender que
el mejor modo de comprender qué es el infierno era a través de la vida
intratrinitaria de Dios fue para mí un inmenso, colosal, descubrimiento que me
sorprendió. Siempre había dicho, en mis conferencias, que el mejor modo de
comprender el Mal era a través del Bien. Pero ni se me pasó por la cabeza que
era el primer Misterio el que alumbraba el otro misterio. Si bien, las ideas
van concretándose en Historia del mundo angélico. Y más todavía en Las
corrientes que riegan los cielos. Finalmente, mi ensayo sobre el infierno,
la obra final de la colección, lleva a término cualquiera de las conclusiones
comenzadas a atisbar en las obras precedentes.
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Sea dicho de
paso, en cuanto a mi proceder literario, considero que mi mejor novela, la más
acabada, la que formalmente es más perfecta en su escritura, es Cuando amanezca
la ira.
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Otra cosa, mi
evolución sobre el exorcismo está expresada en el primer capítulo de Exorcística.
Después de ese capítulo de conclusiones, ya no he añadido al tema más que
detalles.
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Ralph lo haría bastante bien. Creo que el bipartidismo nos lleva a que amemos a los Ralphs.