Hoy voy a
poner mi granito de arena acerca de cómo salir de la crisis económica. Perdón, salir no, de cómo remediar un poco la crisis. Disculpad que exponga de forma telegráfica, sin argumentar, pero sino sería un artículo y
no un post.
—Pablo Iglesias
tiene razón al hablar de nacionalizar. En aquellos campos, donde nunca ha
existido competencia, sino un monopolio, sería mejor que los beneficios
revirtieran en toda la población y no en un pequeño grupo de grandes
accionistas: gas, petróleo, electricidad, telefonía.
—¿Hay
competencia entre las farmacéuticas? Absolutamente, no. La única competencia es
por sacar productos nuevos. Pero el resto del mercado farmacéutico se rige por
los más civilizados cauces, beneficiosos para los accionistas de las empresas
que, de ningún modo, desean una guerra entre ellas.
—Los
beneficios de todos esos grandes monopolios y otros muchos menores se podrían
reinvertir en puestos de trabajo a media jornada que revirtieran en beneficio
de la comunidad: limpieza, jardinería, atención domiciliaria de personas
dependientes y un larguísimo etcétera. Las personas con esos sueldos pequeños
cobran y consumen, lo cual reactiva la economía. Hablo de sueldos pequeños
porque la prioridad es que haya el menor número de personas en el paro.
—Habría que
localizar en qué se va el dinero de la población que sea puro humo. Es un tema
más delicado este. El dinero, en una gran crisis y larga como la que se avecina,
es algo valioso. Hay que gastarlo bien. Si hay poco, no tiene sentido después
despilfarrarlo.
Ejemplos de
este tirar el dinero son, varios ejemplos: Las casas de juegos y apuestas. El
que se tengan que pagar grandes cantidades de dinero para adoptar. Se puede
lograr lo mismo, adoptar, sin alimentar esa “industria”; pero solo lo puede racionalizar
un Estado con su fuerza y su capacidad organizativa. Gastar dinero en marcas de
todo tipo, en las que el producto, al final, solo es la marca y nada más.
Se podrían
poner muchos más ejemplos. Uno muy tonto, se le podría hacer entender a la
gente, con campañas, que una playa en determinado país tropical concreto es
exactamente igual que una plaza de Valencia o Alicante.
Las
administraciones públicas también son otra fuente de uso no racional del
dinero. No digo que si racionalizamos, ya todo se arregle. Pero no tiene sentido
desperdiciar un bien valioso. Y, sobre todo, cuando ese dinero se puede usar
para crear empleo y verdadera riqueza, no “humo”.
En fin, los
ejemplos son muchos. Es delicado, pero lo que importa es que el dinero no se
vaya al extranjero y que los ciudadanos no lo gasten del peor modo posible.
Todos sabemos que hay pobres que mendigan y que después gastan fatal lo poco que
tienen. Eso también ocurre a nivel nacional.
—Por supuesto
que la raíz de la pobreza está en la relación económica desigual y desproporcionada
entre países. Pero la solución de eso depende ya no de la nación, sino de todo
Occidente. Aun así, se podrían hacer muchos pequeños “apaños”. Pongo un ejemplo
sin importancia. Si China descubre que España está vendiendo muchos jamones
ibéricos a los chinos, encarga a un empresario que los produzca en China. Esta es
una política sistemática. Bien, podríamos hacer lo mismo. No es la solución
perfecta. Pero si a diez mil personas en el paro, se las contrata, esas diez mil
personas comienzan a consumir, se sienten útiles y las cosas se ponen en
marcha.
Lo que no hay
es una varita mágica. Pero sí miles de pequeños “arreglos”, miles de pequeñas
fugas que se pueden cerrar. Eso no importaba tanto cuando sobraba el dinero. Pero,
en enero, hoy han dado los resultados, hay 76 000 parados más.
Lo que está
claro es que los políticos deberían comenzar un espíritu de colaboración y no
de confrontación: entre partidos y entre comunidades. En ayuntamientos y en
todas partes. Los políticos deberían propiciar un cambio de paradigma: dejar la
crítica destructiva, para pasar a la crítica constructiva, a la crítica no
agresiva. O logramos una política del encuentro, del consenso, o si no, de
ningún modo, vamos a poder hacer planes a largo plazo.
He hablado de
“arreglos y apaños”, si esos arreglos son todavía a más corto plazo, los
resultados son mucho peores. Si, además, hay que estar pendientes de la
intención de voto, todavía el gobernante se desmotiva más para tomar decisiones
que sean impopulares.
En el fondo,
lo que habría que cambiar es a los políticos y sustituirlos por gobernantes
eficientes. Pero para eso habría que cambiar las reglas del juego. ¿Qué reglas
constitucionales favorecerían la meritocracia? No voy a volver a hablar de mi
libro. Pero sí, al final, todos los problemas conducen a los gobernantes. Y ese
es el problema, que los gobernantes no son las personas adecuadas.
Es un poco
como el lento derrumbarse del imperio romano. Todos lo veían, pero el proceso
siguió adelante. Occidente se va empobreciendo y cada vez estamos más
enfrentados los ciudadanos dentro de cada país. No estamos inmersos en una sana
critica, sino en una crítica estéril.