Mi enhorabuena a Chile
por el resultado del referéndum. Lo preocupante es que el 38% de los votantes dieron
su apoyo a la propuesta. O dicho de otro modo, casi la mitad de los votantes
están dispuestos a sacrificar parte de su libertad con tal de que la nación emprenda
una agenda ultraprogresista. El progresismo es el papel de envoltorio que
disfraza esa otra dura realidad.
Lo triste es que la
población de muchas otras naciones, también en Europa, están más que dispuestas
a hacer esa transacción: libertad a cambio de progresismo.
Hay que reconocer que el Pueblo es una fuerza poderosa cuando, oprimida durante mucho tiempo, explota. Las revoluciones son incontenibles. Pero, cuando hay democracia, la defensa de las libertades suele estar más bien a cargo de las élites: sea la prensa, intereses económicos, intelectuales u otro tipo de grupos con influencia.
Y es que en una
democracia casi siempre el Pueblo está a favor de la mano dura, de un caudillo
que ponga orden. Se suele hablar mucho del Pueblo en los discursos, pero la
masa muestra una clara tendencia a elegir líderes autoritarios. La masa es muy
buena para lograr un estallido social cuando se la ha hecho madurar convenientemente.
Pero el mantenimiento en buen estado de una democracia suele ser labor de las
élites.