Soy un ciudadano
profundamente ecologista. Ahora que en Madrid se esperan para mañana prolongadas lluvias
durante horas, aparcaré mi pequeño coche negro en la calle. Y cuando lleve tres
o cuatro horas a remojo, saldré y frotaré con un trapo toda la carrocería.
He esperado, pero mañana
es el día.
Ha sido mi pequeño modo
de luchar contra la falta de agua en los pantanos de España: no lavar mi coche en
el último mes.
Os confieso que no todo
ha sido altruismo. Cuando mi coche llevaba dos semanas siendo la diana de
varias palomas de los pinos donde lo aparcaba, me di cuenta que lo más sensato
era esperar a las lluvias y dejarlo a remojo alguna hora. Además, confiaba en
que las lluvias llegaran antes.
Si las lluvias se
hubieran retrasado dos semanas más, mi coche habría tenido una carrocería de
camuflaje perfecta para mimetizarse en el frente ucraniano. Y es que las palomas
son muy envidiosas de cualquier coche recién lavado. No es que parece que
apunten, realmente apuntan.
Pero no lo hacen por
anticlericalismo. Estoy seguro de que no distinguen que soy cura. Pero un coche
limpio… ¡vaya que sí! Les encanta.
Post Data: A ver si os esforzais un poco en darme sugerencias para el título de mi novela sobre san Pablo. Perdonad que os lo diga, pero sois un poquito perezosos. A mí no se me ocurre un buen título, y puse toda mi confianza en vosotros.