Hace unas semanas
aconsejé al Opus Dei que construyera un santuario a las afueras de Madrid. Un
lugar que, entre otras funciones, serviría para enterrar a sus prelados. La
necesidad de los hijos por despedirse de sus padres es muy noble.
El lugar más adecuado es
en Madrid, no en Roma. Hacerlo en las afueras de la capital de España
permitiría tener más espacio y construir algo significativo, una segunda
Torreciudad. Erigir esto a diez kms. del centro de Madrid haría que ese lugar
siempre tuviese la presencia de fieles rezando, meditando, visitando esos
sepulcros.
Sepultarlos en Roma es un
poco como “esconder” los sepulcros de los prelados. Enterrarlos allí significa
apartarlos del cariño de sus fieles. El grueso de los miembros del Opus Dei
están en España y, sobre todo, en Madrid.
Cómo les gustaría a todos
los miembros del Opus Dei tener cerca un panteón de los prelados. Un lugar diseñado
para poder hacer oración junto a esos sepulcros. A mí se me ocurre alguna idea
que, estéticamente, sería muy bonita. Para nosotros los muertos siguen vivos,
formamos una familia. Es lógico que los visitemos. Y más si se trata de un
sepulcro gótico como los que hay en tantas catedrales, qué preciosidad.
Esta rara costumbre
forteniana de dar consejos a todo el Opus Dei, cuando no soy ni colaborador,
resultaría un poco paradójica, sino fuera por quiero mucho a esa institución.
Me gusta mucho dar consejos: a los cardenales, a los obispos (a todos), a los
dentistas.