La foto es la de los emisarios del monarca inglés, rango que continúa vivo en ese reino. He estado
escuchando una conferencia sobre la guerra de Alejandro Magno contra Darío. Qué
placer es escuchar a alguien que sabe tanto del tema. La daba el profesor Adolfo
Domínguez Monedero. Podéis verla en este link:
https://www.youtube.com/watch?v=HcpHnhabp-Q
Escuchar a
alguien que sabe, a alguien que domina una materia, es fantástico. El amor al
detalle, a la precisión, es algo que admiro en este profesor. Qué curioso, los
que más saben siempre suelen ser bastante humildes. Ser profesor de universidad
y joven es una tentación de creer que uno sabe más de lo que sabe. El tiempo es
el mejor maestro de humildad.
Escuchar a
alguien como él es el gozo de sumergirse en el conocimiento de una época, de un
mundo. Ese placer existe si el conocimiento es exacto. Querer llenar los huecos
con imaginación es engañarse a sí mismo. ¿De qué sirve una conferencia en la
que todo lo que uno no sabe se rellena con paja? He visto a profesores jóvenes
desconocedores de sus propios límites, que no sabían cuál era la cartografía de
sus prejuicios. Y que lo que sabían estaba bañado por la luz de la soberbia. Una
luz que, cuanto más intensa, más distorsiona.