viernes, octubre 06, 2023

Al final, no nos engañemos, el pueblo quiere césares, no humildes servidores del bien común

 

Estaba escuchando un profundo vídeo acerca de lo divido que están los Estados Unidos. La lucha entre republicanos y demócratas se ha ramificado a los canales de televisión, a los periódicos, a cada vez más y más ámbitos de la vida. Esto vale en cierta media para España y para tantos países de nuestro entorno.

¿Esa división es consustancial con la democracia? Las diferentes opciones de pensamiento, de ideología, ¿conllevan necesariamente una vehemente división no ya algunos individuos, sino de toda población?

¿No nos damos cuenta de que esa división se podría producir con la máxima vehemencia, aunque solo hubiera dos opciones de candidatos sin ninguna ideología detrás?

La división hasta el odio se ha fomentado, se ha exacerbado. Los partidos políticos han echado gasolina sobre las hogueras de la división. Insisto, se trata de un problema común a infinidad de países.

La democracia, la libertad, no implican la necesidad de que exista odio entre los defensores de las distintas opciones políticas.

La idea original de un parlamento es la del diálogo, la colaboración, la búsqueda del bien común entre todos los representantes del pueblo. Pero hay que reconocer que casi todas las democracias van cayendo en una concepción de la política que tiene que ver más con dos equipos de fútbol enfrentados.

La única solución que veo a esta dinámica a la que se ven abocadas las democracias la di en mi La decadencia de las columnas jónicas, propiciar que, al menos, un tercio de los escaños del congreso esté en manos de individuos completamente independientes.