Desde ayer, le estoy dando vueltas a otra
opción de respuesta de al ataque terrorista de Hamas. ¿Y si Israel decide no
entrar con la infantería en Gaza? Nadie niega el derecho a la defensa, pero ¿y si
esa entrada va a resultar con un balance de más perjuicios que beneficios para
el mismo Estado hebreo?
Si se produce la invasión, por supuesto que
morirán muchos militantes de Hamás y un cierto porcentaje de los jefes. Pero es
razonable considerar que la mayoría de la cúpula van a lograr escapar.
Los terroristas llevan meses preparando el
terreno (con túneles, explosivos y todo tipo de trampas) con el único fin de
que esa entrada de tropas hebreas se convierta en una carrera en un recorrido
infernal. Los israelíes no se van a enfrentar a un ejército frente a ellos,
sino a una continua sucesión de emboscadas, tiradores agazapados con miras
telescópicas, guerrillas y escudos humanos. La experiencia nos indica que los
terroristas no han dudado en cargar a niños pequeños con explosivos pegados a
sus cuerpos.
De nuevo resuena la pregunta que debe ser respondida
desde la serenidad: ¿y si el balance final de esta operación conduce a pensar
que es tan duro en sus números que no vale la pena comenzarla?
Pero, entonces, ¿hay que quedarse de brazos cruzados ante
un ataque? No, cabe otra posibilidad. Desmovilizar a los reservistas israelíes,
e ir llevando a cabo un plan duro, riguroso, para ir acabando, poco a poco, de
un modo físico, con las cúpulas que están al mando de un Estado terrorista. Sin
prisa, con un martilleo desesperante, de meses, de años.
Hamás, por supuesto, que quiere atentar
contra todos los políticos israelíes; siempre ha realizado cuantos atentados
contra la población civil le ha sido posible. Por ese lado de la venganza, no parece que habrá que pagar un precio sustancialmente superior por parte de Israel al que lleva pagando desde hace tantos años.
Pero para los líderes de Hamás sería
desquiciante tener que vivir con el temor a que cada día que se levanten pueda
ser el último. ¿Con qué medios se llevaría a cabo este acto de legítima
defensa? Con todos los que estén al alcance de los israelíes: drones,
explosivos, tiradores con miras telescópicas, misiles que destruyan sus
cuarteles.
Esta opción que parece tan cruel sería la
mejor para la población civil palestina. Sé que parece que soy inhumano, pero
el único modo, ahora, de defender a los inocentes es realizar esta operación
quirúrgica, sin ninguna prisa, cuando mejor convenga a los israelíes.
Si ahora los hebreos entran en Gaza, entrarán
donde y cuando los terroristas quieren que entren. La Operación Martillo
Continuo, se me ha ocurrido ahora el nombre, implicaría invertir los términos.
Vamos a intervenir cuando queramos, del modo que queramos, vamos a respetar
vuestra población civil palestina, nos va a resultar más barata, y vamos a hacer que sea
lo más desquiciante posible para vosotros que vais a aprender a vivir con
miedo.
Esta última frase puede parecer inaceptable,
pero se trata de un acto de defensa. Algo hay que hacer. No hacer nada no es
una opción aceptable. Un Estado debe defender a sus ciudadanos, pero la
Operación Martillo Incesante es la que mejor actúa sobre los culpables.
Por supuesto que como el ataque ha sido desde
un Estado, Israel está legitimado para atacar depósitos de armas, edificios
dedicados a la organización de Hamas, a establecer un perímetro más amplio de
margen por delante de sus vallas y muros.
Pero precisamente porque debe primar la
humanidad, Israel debería seguir proveyendo de agua, electricidad y otros
bienes a los palestinos. Ellos, los palestinos, desde hace años, vienen pagando de
un modo justo esos bienes que entran desde el lado israelí.
Esta se podría convertir en una ocasión de
oro para que el Estado de Israel mostrara, en todos los aspectos, su
determinación de buscar el bien del pueblo palestino, incluso en una declarada
operación defensiva.
La Operación Martillo Incesante (quirúrgica,
sin prisas, selectiva) frente a la entrada de cientos de miles de soldados en
Gaza es como comparar un elefante entrando en una tienda de objetos de cristal
(esos objetos son la población civil) frente a una táctica mucho menos épica
para los terroristas y más dura psicológicamente.
La otra opción, la de los borrachos de bar
que todo lo solucionan en cinco minutos, es barrer a la población palestina de
Gaza: “U os marcháis u os matamos”. Esa opción resulta inaceptable. Es lo que
se hubiera hecho en el siglo VIII antes de Cristo, es lo que hubieran hecho los
asirios. Pero, afortunadamente, ya no somos animales feroces, zorros que entran
en un gallinero y matan a todas las gallinas. El ser humano tiene una dignidad.
La población de Gaza está allí, donde está, e incluso el Estado que ahora va a
atacar debe preocuparse por ellos; incluso más que sus gobernantes de Hamás. Si
Hamás no lo hace, el Estado de Israel debe hacerlo. La orden de que un millón de
personas desalojen sus hogares solo se entiende desde esa perspectiva totalmente
errada del elefante que entra en una cristalería. El elefante entrará, pero
sería muy poco realista pensar que las hormigas realmente culpables se van a
quedar ahí, esperando a ser aplastadas.
Si Israel entra, lo que va a querer es hacer pagar un precio. Es un impulso primario: "Tú me has hecho esto, yo te hago esto". Dolor por Dolor. Pero la jerarquía no va a estar en primera fila y solo habrá acrecentado el odio entre la población.
Si Israel quiere que haya menos bajas entre sus hombres, es mejor detener esta operación terrestre. Estados Unidos invadió Irak para defender la vida de sus ciudadanos (bueno, esa fue la razón que dieron), pero la realidad es que esa operación defensiva supuso la muerte de muchísimos más norteamericanos que en el 11S. El remedio, la medicina, la cura fue peor que la enfermedad.
Lo mismo se aplica aquí ahora en el 2023: la defensa va a ser más mortífera para los ciudadanos israelíes que la acción de esos zorros entrando en varios gallineros. La opción que propongo me parece la más adecuada y, al mismo tiemplo, la más moral.