En España, hemos tenido un partido socialista que, por sistema, se ha opuesto públicamente a la Iglesia. La ha tomado por contrincante y, bajo la mesa, ha hecho todo lo posible contra ella. La opinión pública solo conoce las declaraciones de los políticos. Pero las decisiones concretas siempre han sido contrarias a la Iglesia. No voy a extenderme en lo concreto porque sería perderme en análisis pormenorizados cuya conclusión es clara e indubitable: ir contra la Iglesia.
Eso se comprobaba en negar dinero para reparar templos históricos (para así exigir la confiscación), negar solares de uso social para nuevas parroquias; dar dinero a cualquier ONG por pequeña que fuera, relegando a Cáritas; uso de la televisión pública de un modo sistemática y deliberadamente contrario a la institución eclesial, y un largo etcétera.
Siempre, eso sí, dejando migajas
por todas partes para poder alegar que hay capellanes en el Ejército, el 0,07%
de los impuestos, está la misa los domingos en TVE, etc. Migajas frente a una
política sistemática para socavar a la Iglesia.
Ahora bien, la
aparición de Podemos llevó a un nivel muy diferente esa oposición que hasta
ahora se había sufrido. Si ese nuevo partido se hubiera consolidado, el ataque habría
sido brutal: el Estado contra la Iglesia, así de claro.
Jamás me
opondré a que se trate a la Iglesia como a cualquier otra denominación
religiosa o a cualquier fundación. Pero lo repito, debajo de la mesa, las
decisiones no han dejado lugar a dudas. Me dirá alguno que ha habido algunos
políticos socialistas que no eran así. Bueno, yo he hablado con alguna de esas
excepciones y me ha reconocido en privado que esa política contra la Iglesia
era una estrategia de partido totalmente decidida. Uno de estos me reconoció
que la asociación Cristianos Socialistas se creó con el único propósito de tener
una voz contra los obispos.
Pero ahora me
alegro muchísimo de que Podemos haya sufrido un varapalo electoral sin
paliativos. Las conexiones con el régimen de Venezuela, sus discursos revolucionarios,
la determinación de reducir la independencia de la prensa o de la judicatura constituían un peligro nacional.
Podemos y su líder era el mayor peligro que tenía la nación española. De haber
logrado el Poder y haberlo mantenido el tiempo suficiente, todos estábamos
seguros de que habrían intentado un auténtico
asalto a las instituciones democráticas.
Ese peligro ahora se aleja y todos nos alegramos profundamente.