He estado con un amigo un
día en Córdoba y otro día en Sevilla. Ha sido una delicia de viaje. No solo mi
amigo sino toda su familia.
Para un catedralófilo
como yo la mezquita-catedral es un paraíso de templo. ¿Y que os voy a decir de
la Santa, Metropolitana y Patriarcal Iglesia Catedral de Santa María de la Sede
y de la Asunción de Sevilla?
De ambas ciudades me gustan sus calles tan hermosas, tan llenas de vida. Las callejuelas de Andalucía son siempre calles alegres. Pero no debo despistarme, volvamos a las catedrales.
La de Córdoba es única, irrepetible. Un laberinto en penumbra (la zona de la antigua mezquita) que invita al paseo recogido en oración y que desemboca en su centro de luz, de altura, de blancura que es la parte cristiana. El corazón de ese templo es como un estallido de alegría. La parte precristiana se integra maravillosamente con su núcleo. Las dos partes me invitan a la oración.
Y su Capilla del Sagrario me parece la más bonita que he
visto nunca en una catedral. La idea de una puerta de mármol para acceder a la
cámara del sagrario es genial. Y el mismo sagrario es impresionantemente bello.
Incluso el modo en que están dispuestos dentro los tres copones y un arca con
más formas es sublime.
Sé cómo está dispuesto
por dentro el sagrario porque fui allí a concelebrar y uno de los días abrí el
sagrario para tomar un copón y dar la comunión.
Bueno, mañana hablaré de
la Catedral de Sevilla para no alargarme hoy.