En este blog he hablado
muchas veces del papa Benedicto, pero hoy debo decir algo sobre monseñor
Ganswein. ¿Qué es lo que destaca a primera vista al verle, al escucharle, al
observar sus gestos? Pues que es un señor.
Tener señorío es algo que
no es patrimonio de todos. Tener clase, no ser superficial, no ser el pelele
que tiene que sonreír a todo y a todos es algo que, a ciertos niveles, en ciertos
niveles, solo pueden conseguirlo algunos pocos. O, mejor dicho, no es cuestión
de “conseguirlo”, es cuestión de serlo. Ser frente a aparentar. Tener preso
propio frente a ser una veleta. Monseñor Ganswein es un señor.
El papa Benedicto jamás podría
haber elegido a alguien más fiel que su secretario. Pero es que, en este caso,
el peso del secretario estaba en perfecta armonía con el fuste del papa.
El oficio de primer
secretario papal con Ganswein llegó a una nueva cota. La primera vez que me
encontré con él –esto va a sorprender a muchos— fue cuando le di la comunión en
la Basílica Vaticana, en una misa papal.
Muchos años después, me lo encontré en una audiencia y le hice una pregunta. Me atendió con una humildad y una bondad que me impactaron. Cosa que no puedo decir de un sacerdote al que me encontré casualmente y que ahora es cardenal. Bastó ese encuentro con ese sacerdote (sin más detalles) para mostrarme quién era. Yo era un perfecto desconocido para ese sacerdote sin nombre (no es español) y él lo era para mí. Pero yo le traté exquisitamente y él se mostró como lo que era. Lo miré con tremenda tristeza por lo que vi.
Hay comportamientos que nos definen. No es necesario
que sean largos, basta un encuentro breve, un intercambio de palabras, como fue
el caso una vez con Ganswein, y como el caso de ese sacerdote desconocido, pero que fue rudo, grosero, exigente y otra cosa que no diré porque se
podría atisbar quién podía ser.
Mientras que Ganswein fue y era la pura elegancia, sin excesos, sin petulancia, sin altivez. Su clase, su nobleza, su señorío no provienen de un ropaje cardenalicio. Sería el mismo ejerciendo como simple sacerdote que como obispo.
Lo único
que no habría logrado jamás hubiera sido querer pasar por un párroco más. No,
un águila, por más que se esfuerce, no puede aparentar que es un gorrión más
del montón.