Hay que añadir que, en el
momento de la foto, David Kirby todavía vivía. Lo impresionante de la foto es
que en ese cuerpo quedaba un poco de hálito de vida, quedaban todavía unos
latidos.
No tengo la menor duda de
la felicidad con la que murió al hacerlo tan rodeado de amor. En cierto modo,
estoy seguro de que pensó que en esos minutos no podía desear más. Para una
persona que muere rodeada de amor, resulta fácil comprender la realidad de un
Padre celestial amoroso.
Cualquier palabra sobre
Dios que ese padre que le abraza le dijera entrará en su alma con el poder de
mil sermones. Una sola palabra inundará su alma con una rotundidad incontestable.
Una palabra será suficiente. David Kirby pasó su purgatorio en la tierra. El
umbral justo antes de atravesar la puerta definitiva fue un trecho de
sufrimiento y de amor.
Por supuesto que el mero
sufrimiento no salva. El mero sufrimiento no mejora a la persona. Pero estoy
seguro de que si Dios permite tanto dolor, es porque sabe que la inmensa
mayoría de los seres humanos (cristianos o no) unirán su sufrimiento al entendimiento,
al acto de comprender, a la acción de un Dios que se revela aunque sea en el
último momento.