Aunque he dudado si contarlo,
os voy a participar el momento en que todos nos reímos con más ganas ayer.
Estaban los curas dentro del simulador de un hidroavión. Yo estaba ya fuera,
con otro oficial, con otro cura y el capellán de la base. Ya estaba un poco
aburrido mientras los otros seguían apagando fuegos, acercándose a columnas de
humo y cosas similares.
En un momento dado, me di
cuenta de que la cabina del avión (exactamente igual de tamaño y en todo a la
de un hidroavión real) estaba dentro de una semiesfera en la que se proyectaban
las imágenes del cielo con los campos abajo.
Advertí de lo que iba a
hacer al otro oficial y al capellán, y tras recibir su tácito consentimiento me
colé entre el avión y la semiesfera. Comencé a mover los brazos como si fuera
un pato que está volando y que se coloca al lado del avión.
Seguí “volando” al lado
del avión, graznando, volando con más fuerza para adelantar al avión y
colocarme al otro lado. Para, finalmente, estrellarme contra los cristales
laterales.
Las risas fueron
generales y grandes. La verdad es que, de vez en cuando, me gusta hacer el
tonto. Les pregunté si habían visto volar cerca del avión a un pato, pero un cura joven aseguró que solo había visto un cuervo.