He escuchado de boca de
la vicepresidenta del gobierno algunos aspectos de su programa electoral. El
más llamativo es el que aboga por una ley que, en el fondo, sería una censura
realizada por un organismo nacional y que impondría “graves sanciones” a los
periodistas. Sus palabras eran tan fascistas, tan dignas de Göering, que ese
vídeo fue retirado alegando que se trataba de una versión no definitiva del
programa.
Dormimos tranquilos los
ciudadanos, pero esta señora es la vicepresidenta segunda y a su partido,
Sumar, el CIS le atribuye el 16,4%, sin duda será la cuarta fuerza política del
país, como mínimo.
¿Pero que les pasa a cientos
de miles de conciudadanos míos para votar a un partido que si gobernara
supondría el fin de la libertad de expresión? Yo sí que puedo decir lo que no
puede decir jamás un político: “Pero ¿tan tontos son tantos votantes?”. Pero ¿cómo
en España, en este momento del siglo XXI, tantos españoles pueden votar a quien
quiere acabar con la libertad de expresión? Para mí es un misterio cómo puede
haber tantos millones de zoquetes que voten al mal y a los que apoyan al mal.
En España la mayoría de
la población no se da cuenta de que las fuerzas que ya pululan en el fango son
extraordinariamente peligrosas. Para cuando estrechen a las instituciones
democráticas con su cuerpo de anaconda, ya será tarde. Hasta entonces todo serán
voces melifluas, corazoncitos y vídeos de gatitos. Toda supresión de la
libertad de expresión acaba con celdas que se cierran durante años, torturas en
las comisarías y muertes sin aclarar.