lunes, julio 24, 2023

Así están las cosas

 

Por supuesto que se puede hacer una lectura moral, solo moral, de los resultados de ayer. El resultado es uno: el hundimiento espiritual del pueblo español ha mostrado, ayer, su voluntad de votar “progresismo” a costa de lo que sea.

Se vota a lo que tenga la etiqueta de progresismo, aunque eso pueda suponer la fracturación del país, aunque suponga que cada años todos los españoles paguemos dinero a los vascos y catalanes, aunque suponga pactar con un partido que no condena con sinceridad el terrorismo.

Esto son hechos objetivos y cada uno de ellos tiene un juicio moral. La suma de estas y más decisiones es Sánchez, y el pueblo español le ha dado el poder. Es cierto que casi la mitad de los votantes piensan como yo, que esto es inmoral, pero lo decisivo es que la balanza se ha inclinado hacia un lado incluso en una situación en que los hechos no dejaban espacio alguno a equivocarse acerca de si un candidato era moralmente aceptable o no.

Si el proceso de deterioro espiritual de un país ha llegado a este punto, podemos estar seguros de que la parte más sana ira, poco a poco, contaminándose de esta voluntad de votar al progresismo haga lo que haga.

En este “haga lo que haga”, está, incluso, no lo olvidemos, la propuesta de Yolanda Díaz de que los periodistas sean controlados por un organismo estatal. Y Sánchez ha pactado con alguien que piensa así. No tengo la menor duda de que podemos esperar un recorte de libertades en los próximos diez años.

El que en las próximas elecciones el progresismo pudiera perder las elecciones resulta poco relevantes. El que se produzca una cierta alternancia en el poder no cambia el hecho de que es la población la que ya se ha deteriorado en su espíritu de forma generalizada.

Alguien después de leer este post, se preguntará con retintín:

—Qué barbaridad. Entonces, ¿votar a determinados partidos es signo de deterioro espiritual?

—Por supuesto que sí.